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viernes, 15 de diciembre de 2017

Discos del 2017 (I)

55. The Flaming Lips. Oczy Mlody.

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The Flaming Lips llevan ya treinta años haciendo la música que les da la gana, reinterpretando a su aire la psicodelia, sirviendo de laboratorio para los experimentos sonoros de Dave Fridmann en la producción -que tan de moda estuvieron a finales de los noventa-. Siempre han hecho en cada momento lo que les ha apetecido, desde grabar un disco quintuple para escuchar en cinco equipos al mismo tiempo -Zaireeka, 1997-, como irse de gira  recientemente con Miley Cyrus.
Tocaron el cielo y se hicieron imprescindibles con esa obra maestra de pop espacial sinfónico y psicodélico que fue The Soft Bulletin, 1999; al que siguieron los también accesibles Yoshimi Battles the Pink Robots, 2002, y -éste último algo más flojo- At War with the Mystics, 2006. Pero cuando, con veinte años de carrera, todos pensábamos que Wayne Coyne y los suyos iban a acomodarse y poner el piloto automático, se desmarcaron con un Embryonic en 2009 de difícil escucha, experimental y psicodélico que, siendo puramente the Flaming Lips, no tenía nada que ver con sus discos anteriores. El siguiente disco, The Terror, 2013, fue una vuelta de tuerca más a esa experimentación, haciendo el sonido más denso y oscuro. He de reconocer que demasiado para mi gusto pero, como ya he dicho, the Flaming Lips siempre han hecho  la música que les da la gana.
Este Oczy Mlody puede considerarse una solución de compromiso entre sus dos últimas etapas. Tenemos por un lado temas densos como Do Glowy que encajarían perfectamente en el anterior The Terror; psicodelia experimental en Listening to the Frogs with Demon Eyes, heredera del Embryonic y del Zaireeka; o -mi favorita-, esta The Castle que nos transporta quince años atrás a la gloriosa época del Yoshimi. Y, para cerrar el disco, ese We a family cantando con Miley Cyrus.
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54. Valerie June. The Order Of Time.

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El Blues en el s XXI, bien asentado por las raíces de trescientos años de música negra de la que proviene todo lo que escuchamos hoy. Suenan ecos del Delta en esas guitarras, la orquestación de Nueva Orleans en los temas más animados, el folk, algo de country y, por encima de todo, la voz de Valerie June, capaz de llevarnos por territorios ya conocidos pero que nos suenan nuevos, capaz de emocionarnos y de convencernos. Escucha las doce canciones de este The Order of Time y dime después si te convence a ti también o no.
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53. The New Pornographers. Whiteout Conditions. 

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La foto de A.C. Newman y sus compañeros de The New Pornographers debería aparecer al principio de Wikipedia si buscas supergrupo -no lo compruebes, que no aparecen ni en la lista de supergrupos que publica la Wiki-. Porque The New Pornographers son el supergrupo: esos músicos profesionales amigos que se juntan cada tres o cuatro años en torno a A.C. Newman -con Neko Case y Dan Bejar de Destroyer entre ellos-, para grabar discos superproducidos con ese supersonido, de una calidad brutal pero todo como quien no quiere la cosa, como una reunión de genios que no pueden hacer las cosas mal porque son así de buenos. La falta de Dan Bejar en esta ocasión da más protagonismo si cabe a A.C. Newman, pero como siempre el protagonista absoluto es ese sonido tremendo que tiene cada canción.   
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52. Will Johnson. Hatteras Night, a Good Luck Charm.

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Casi todo lo que tenía que decir de Will Johnson ya lo dije hace dos años aquí  y hace tres aquí. Ahora que Centro-matic no existen y que South San Gabriel se han quedado provisionalmente aparcados, las tres vertientes de la música de Will -la rockera, la intimista y la desnuda- se dan la mano en sus discos en solitario. Como ya he comentado, mi condición de fan me impide ser imparcial. No es su mejor disco, pero sigue siendo un gran disco.
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51. French for Rabbits. The Weight of Melted Snow.

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A veces uno tiene suerte y, tras esa enigmática y sugerente portada, ese llamativo nombre del grupo y un título de disco evocador, descubre esta joya nocturna compuesta por once canciones etéreas, preciosas, creadas por esta pareja neozelandesa desconocida que podrían ser Luluc más cerca del dream pop y que a veces llegan a rozar la belleza de los momentos más relucientes de Low.  Un descubrimiento afortunado. 


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