I started out in search of ordinary things...

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jueves, 21 de diciembre de 2017

Discos del 2017 (completo)

Puedes leer aquí los once post anteriores recopilados en uno solo:

55. The Flaming Lips. Oczy Mlody.

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The Flaming Lips llevan ya treinta años haciendo la música que les da la gana, reinterpretando a su aire la psicodelia, sirviendo de laboratorio para los experimentos sonoros de Dave Fridmann en la producción -que tan de moda estuvieron a finales de los noventa-. Siempre han hecho en cada momento lo que les ha apetecido, desde grabar un disco quintuple para escuchar en cinco equipos al mismo tiempo -Zaireeka, 1997-, como irse de gira  recientemente con Miley Cyrus.
Tocaron el cielo y se hicieron imprescindibles con esa obra maestra de pop espacial sinfónico y psicodélico que fue The Soft Bulletin, 1999; al que siguieron los también accesibles Yoshimi Battles the Pink Robots, 2002, y -éste último algo más flojo- At War with the Mystics, 2006. Pero cuando, con veinte años de carrera, todos pensábamos que Wayne Coyne y los suyos iban a acomodarse y poner el piloto automático, se desmarcaron con un Embryonic en 2009 de difícil escucha, experimental y psicodélico que, siendo puramente the Flaming Lips, no tenía nada que ver con sus discos anteriores. El siguiente disco, The Terror, 2013, fue una vuelta de tuerca más a esa experimentación, haciendo el sonido más denso y oscuro. He de reconocer que demasiado para mi gusto pero, como ya he dicho, the Flaming Lips siempre han hecho  la música que les da la gana.
Este Oczy Mlody puede considerarse una solución de compromiso entre sus dos últimas etapas. Tenemos por un lado temas densos como Do Glowy que encajarían perfectamente en el anterior The Terror; psicodelia experimental en Listening to the Frogs with Demon Eyes, heredera del Embryonic y del Zaireeka; o -mi favorita-, esta The Castle que nos transporta quince años atrás a la gloriosa época del Yoshimi. Y, para cerrar el disco, ese We a family cantando con Miley Cyrus.
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54. Valerie June. The Order Of Time.

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El Blues en el s XXI, bien asentado por las raíces de trescientos años de música negra de la que proviene todo lo que escuchamos hoy. Suenan ecos del Delta en esas guitarras, la orquestación de Nueva Orleans en los temas más animados, el folk, algo de country y, por encima de todo, la voz de Valerie June, capaz de llevarnos por territorios ya conocidos pero que nos suenan nuevos, capaz de emocionarnos y de convencernos. Escucha las doce canciones de este The Order of Time y dime después si te convence a ti también o no.
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53. The New Pornographers. Whiteout Conditions. 

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La foto de A.C. Newman y sus compañeros de The New Pornographers debería aparecer al principio de Wikipedia si buscas supergrupo -no lo compruebes, que no aparecen ni en la lista de supergrupos que publica la Wiki-. Porque The New Pornographers son el supergrupo: esos músicos profesionales amigos que se juntan cada tres o cuatro años en torno a A.C. Newman -con Neko Case y Dan Bejar de Destroyer entre ellos-, para grabar discos superproducidos con ese supersonido, de una calidad brutal pero todo como quien no quiere la cosa, como una reunión de genios que no pueden hacer las cosas mal porque son así de buenos. La falta de Dan Bejar en esta ocasión da más protagonismo si cabe a A.C. Newman, pero como siempre el protagonista absoluto es ese sonido tremendo que tiene cada canción.   
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    52. Will Johnson. Hatteras Night, a Good Luck Charm.

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    Casi todo lo que tenía que decir de Will Johnson ya lo dije hace dos años aquí  y hace tres aquí. Ahora que Centro-matic no existen y que South San Gabriel se han quedado provisionalmente aparcados, las tres vertientes de la música de Will -la rockera, la intimista y la desnuda- se dan la mano en sus discos en solitario. Como ya he comentado, mi condición de fan me impide ser imparcial. No es su mejor disco, pero sigue siendo un gran disco.
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    51. French for Rabbits. The Weight of Melted Snow.

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    A veces uno tiene suerte y, tras esa enigmática y sugerente portada, ese llamativo nombre del grupo y un título de disco evocador, descubre esta joya nocturna compuesta por once canciones etéreas, preciosas, creadas por esta pareja neozelandesa desconocida que podrían ser Luluc más cerca del dream pop y que a veces llegan a rozar la belleza de los momentos más relucientes de Low.  Un descubrimiento afortunado. 

    50. BNQT. Volume 1. 


    Siguiendo con los supergrupos, este año el premio se lo llevan el formado por Midlake con los cantantes de Grandaddy, Band of Horses, Travis y Franz Ferdinand.
    Juntados por Eric Pulido, y arropados por sus compañeros de Midlake, cada uno de los cinco líderes aporta dos temas al disco. Y, aunque es evidente la personalidad de cada uno en cada tema, lo sorprendente es lo bien que engarzan las diez canciones, creando un disco brillante, homogéneo, disfrutable y lleno de hits. Mi favorita es esa joya pop que puedes escuchar en el link al final de esta reseña, aunque no puedo olvidar mencionar que este disco contiene la canción favorita de mi hija de 4 años -y fan de los Minions-: Hey Banana.
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    49. Julie Byrne. Not Even Happiness.

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    Etéreo. El sonido de las nueve canciones que forman el último disco de Julie Byrne es etéreo. La voz de Julie marca cada tema y te lleva lejos, muy lejos, a un lugar tranquilo y solitario, hermoso y quieto. A lo más profundo de la naturaleza -porque esto que suena es folk, esto que oyes son cantos de hadas que te invitan a perderte más allá de la maleza, donde no hay ruido ni civilización-. Porque, como admirar la belleza etérea, escuchar este disco provoca paz. 
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    48. Ty Segall. Ty Segall.

    Ty Segall [Drag City]


    Toda la paz que crea el disco anterior de Julie Byrne la destroza Ty Segall de dos guitarrazos en los primeros compases de su disco homónimo. Porque, ajeno a modas y tendencias, Ty Segall sigue sacando anualmente su ración de blues sucio, garaje y rock atropellado y distorsionado, como unos Blues Explosion sin el componente teatral de Jon Spencer. En esta ocasión, -acompañado de tipos tan avispados como Mikal Cronin y Emmett Kelly (The Cairo Gang)- parece que Ty Segall está especialmente acertado en la composición y, dentro de lo que cabe para ser él, presenta las canciones algo más arregladas y menos zarrapastrosas de lo que suele ser habitual. Pero tampoco esperemos milagros, que el productor es Steve Albini y no Dave Fridmann. Pero lo cierto es que, entre guitarrazo y blues, se pueden vislumbrar melodías -Papers por momentos me recuerda al mejor Sebadoh-; y, será una impresión muy personal, pero a mí todo el disco me deja un regusto de fondo al disco blanco de los Beatles. 

    47. Ron Sexsmith. The Last Rider.




















    Vivimos en una época de inmediatez, consumo rápido, reproducción y obsolescencia. Todo está hecho para disfrutarlo durante un tiempo determinado, corto y rápido, para ser rápidamente reemplazado por la siguiente novedad. No queda sitio para los artesanos que, amantes de su trabajo y profesionales, pasan meses fabricando un artículo cuidando hasta el más pequeño detalle, incluso aquellos que el cliente no será capaz de apreciar; preferimos comprar un mueble barato funcional de diseño de Ikea a uno realizado en buena madera que vale diez veces más. Los orfebres y ebanistas están condenados a desaparecer frente a las fábricas de paneles contrachapados. Esto ocurre en muchos aspectos de la vida actual, y en la música también. Por eso en la industria musical no queda apenas sitio para Ron Sexsmith, artesano de canciones de pop perfectas, orfebre de melodías, que pasa meses y meses preparando cada canción, cada grabación, cuidando cada detalle, incluso aquellos que el oyente no será capaz de apreciar. Por eso discos como este The Last Rider, joyas de perfecto acabado que deberían de ser discos superventas y a los que no se le puede poner un solo pero, salvo que necesitan que les demos el tiempo necesario para degustarlas y escucharlas como merecen, pasarán desapercibidos entre la ingente cantidad de novedades con las que somos cada día bombardeados. Porque, es cierto, los discos de Ron Sexsmith no van a revolucionar el panorama musical actual, ni aportan nada nuevo a lo ya existente, pero será difícil que encuentres mejores canciones, mejor acabadas y mejor producidas.

    46. Ian Felice. In the Kingdom of Dreams.




















    El disco en solitario de Ian Felice trae menos honky-tonk y ritmo que los grabados en la banda madre con sus hermanos, pero el mismo polvo del camino en los labios y las botas, las mismas raíces y, si me apuran, más sentimiento y casi más folk que éstos. Son canciones más íntimas, tiempos más lentos, pero suenan igual de clásicas. Tan atemporal como Micah P. Hinson, por supuesto que suenan a Dylan y a the Band, pero también a Port O'Brien si en vez de irse en verano a pescar a Alaska se fuesen a Montana a cuidar ganado. 

    45. The Cairo Gang. Untouchable.

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    The Cairo Gang es Emmett Kelly, un músico aventajado cuyo rastro puedes encontrar en trabajos de Bonnie "Prince" Billy, Angel Olsen y, últimamente, de Ty Segall.
    En esta ocasión, para la grabación de este Untouchable, su amigo Ty Segall le devuelve el favor y toca la batería en los temas del disco. El resto de instrumentos y la producción corren a cargo de Emmett Kelly -¿he comentado ya lo de que es un músico aventajado?-. ¿Y a que suenan The Cairo Gang en esta ocasión? Pues, suenan a clásico, así sin más. Sus parámetros musicales no están fijados ni en Will Oldham ni en Ty Segall, sino en The Byrds y su guitarra de doce cuerdas, en los Kinks circa 1965-1967 e incluso en la entonación vocal de Arthur Lee y sus Love. Pero no estamos hablando de revival sesentero así sin más, The Cairo Gang recuerdan a todos esos grupos pero pasados por  las manos de un virtuoso de la guitarra que conoce de buena mano las enseñanzas de cuarenta años de historia del rock.
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    44. Guillaume Stankiewicz. Les années.




















    A la espera de los dos discos que nos promete Dominique A para el próximo 2018, la dosis de música francesa de este año la trae Guillaume Stankiewicz y este su disco de debut, que nos recuerda tanto a la aproximación del de Nantes al rock anglosajón como, especialmente, a otros asimiladores del rock a la tradición de la chanson como Vincent Delerm. De las once canciones que conforman el disco sobresalen Si Je Savais, La Crevasse, Dehors y Sans cesse et sans bruit; sobran las dos cantadas en inglés  -Come along with me y Our dance- e, inexplicablemente, falta, de sus EPs primerizos, la maravillosa San Francesco del Deserto

    43. Destroyer. Ken.

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    La capacidad compositiva de Dan Bejar, unida a su enorme cultura musical, hace que cada nueva entrega de Destroyer sea irreprochable. En esta ocasión abandona en parte el homenaje a Lou Reed y a David Bowie de los setenta de su disco anterior -en parte, porque la influencia de Bowie siempre está presente en la obra de Destroyer-, y en Ken nos transporta a la Inglaterra de finales de los ochenta y principios de los noventa; en el disco percibimos ecos de New Order, de The Cure, los Smiths, the La's...; pero son solo ecos, porque por encima de todo está la personalidad de Destroyer, claramente marcada en todos los discos que Dan Bejar ha ido sacando con su banda. Un disco para escuchar a varios niveles: por el mero placer de disfrutar la calidad de sus temas o, para expertos y frickys, como juego de adivinanzas para descubrir cada uno de los homenajes sonoros que esconde en cada canción.
    42. Rosalía. Los ángeles.

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    Raül Fernández -Refree- siempre ha sido un tipo inquieto y musicalmente sin prejuicios, así que, tras jugar un poco con el flamenco adaptando un par de temas de Morente en el maravilloso disco Granada, donde acompañaba la voz de Silvia Pérez Cruz -reseña aquí-, en esta ocasión decide tirarse de cabeza y acompañar a la guitarra a Rosalía en su disco de debut, un disco de flamenco donde, como no puede ser de otra manera, en las primeras escuchas lo que destaca es la voz de Rosalía al cante, la auténtica protagonista del disco; pero si escarbamos un poco y oímos los juegos de guitarra de Refree descubriremos que, en muchos casos, estos no están muy lejos de las primeras grabaciones de Will Oldham y Palace. Quejíos diferentes pero ambos saliendo del corazón. Y, en algunos tramos instrumentales, casi podemos percibir  aires de David Pajo, Slint y el slowcore. Porque, al final, la distancia entre Jerez y Louisville es la que ocupan seis cuerdas. 
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    41. Benjamin Gibbard. Bandwagonesque. 

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    Voy a decir algo que alguno puede considerar una herejía: el Bandwagonesque de Teenage Fanclub es uno de los mejores discos peores grabados de la historia del rock. Nunca unas canciones tan excepcionales sufrieron una producción tan lamentable. Y que conste que me eduqué musicalmente en los noventa, soy fan de Pavement y tengo en mi discoteca un buen número de discos lofi, pero es que a día de hoy, cada vez que intento escuchar este clásico de Teenage Fanclub no puedo con la producción, muchas de las canciones me es casi imposible disfrutarlas -The Concept se disfruta incluso aunque estuviese grabada en una lata-. Creo recordar que solo me pasa esto con este disco y con el His 'n Hers de Pulp. Parece que Benjamin Gibbard, aparte de demostrar ser fan irredento del grupo, piensa algo parecido porque si no no se explica como ha tenido la ocurrencia de, más de 25 años después, volver a grabar los doce temas de esta obra maestra de Teenage Fanclub. Puntos a favor: grandes canciones -obra maestra-, bien producidas. Puntos en contra: es una copia de un disco ya publicado -literal-, no es Teenage Fanclub. Por eso aparece en esta posición en la lista.
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    40. Ryan Adams. Prisoner.

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    Seamos sinceros. Le tenemos un poco de manía a Ryan Adams. Estamos siempre expectantes, con los brazos y oídos abiertos ante todo aquel que puede aportar algo al clásico rock que, bebiendo de Dylan y Bruce Springsteen pero también de Neil Young y Uncle Tupelo, conforma ese sonido que algunos han catalogado como americana, en su formato más clásico o comercial. Nos pasamos buscando quien puede ser el nuevo Ryan Adams pero no valoramos mucho los últimos trabajos de éste.
    Y la verdad, es que motivos no nos faltan para tenerle algo de manía pero todos son extramusicales. Pasa un poco como con Cristiano Ronaldo. Sí, es verdad, lo escuchas hablar y el tipo es un cretino: si uno te dice que es el mejor jugador del mundo el otro te dice que va a sacar tres discos buenísimos en un año poque él lo vale; de ego va sobrado. Y si habla como un capullo y actúa como un capullo seguramente será un capullo. Pero eso no quita para que Ronaldo, a pesar de ser un cretino meta 50 goles por temporada, y para que -aunque nos guste mentir y decir que los discos con Whiskeytown eran mejores y que con su nombre el único bueno era el "Heartbreaker"- Ryan Adams sea de los mejores en lo suyo, que es hacer discos de rock americano perfectos sin una sola canción mala, como en este "Prisoner", en el que recupera el tono y la onda etapa "Demolition" y -en algunos temas-, esa fase inglesa de homenaje a los Smiths del "Love is Hell".
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    39. Nadia Reid. Preservation.

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    Otra sorpresa desde Nueva Zelanda; el segundo disco de Nadia Reid presenta una calidad compositiva y una robustez más propia de una veterana que de una joven que esté empezando. Como si fuese una carta de presentación, en los diez temas del disco Nadia Reid toca diferentes registros, y en todos triunfa: la introspección etérea y volatil de Preservation y Te Aro, la desnudez de Hanson St Pt 2., Reach my destination y Ain't got you, la épica en The arrow and the pain y I come home to you, el rock de radiofórmula de los 90's de Richard y The way it goes o el clásico pop instantáneo que es Right on time. Diez de diez.
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    38. St. Vincent. Masseduction.

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    En poco más de diez años, Annie Clark ha pasado de hacer los coros en los conciertos de Sufjan Stevens a mega-estrella mundial del pop y portada de revistas de moda y del corazón. Y este Masseduction es su paso adelante para convertirse en eso, en una estrella de primer nivel y competir con Beyoncé, Lady Gaga y compañía. Para lograrlo la producción y los sonidos del disco están a la última, todo cuidado hasta el último detalle. Pero por encima de adornos y artificios queda el talento de Annie Clark, que sigue presente debajo del disfraz. Como cuando David Bowie conquistó el mundo con sus Spiders from Mars, debajo del maquillaje, la pose y las mallas había un talento colosal y unas canciones enormes. Pues eso, esperemos que St. Vincent venda millones de este disco, y que el próximo sea aún mejor.

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    37.  Sufjan Stevens/ Nico Muhly/ Bryce Dessner/ James McAllister. Planetarium.





















    Escuchar de un tirón los más de setenta minutos que duran los diecisiete temas que conforman Planetarium -el disco a cuatro manos realizado por Sufjan Stevens, el compositor Nico Muhly el guitarrista de The National Bryce Dessner y el percusionista James McAllister-, es una experiencia que puede llegar a dejar exhausto e incluso a saturar, especialmente si llegas a este disco pensando en Carrie & Lowell o en cualquiera de los de The National. Para ponerte en situación si no has oído nada del disco, piensa más bien en el Sufjan de The Age of Adz; porque Planetarium es una oda de música electrónica experimental a los planetas y al Sistema Solar, tal cual, cada canción dedicada a un planeta o astro. Las letras de Sufjan  tratan temas de mitología griega y romana, difícilmente interpretables, pero transmiten la melancolía que solo él es capaz. Porque, por muy complicado que nos lo quieran poner, por más que quieran dificultar la escucha, el talento de este hombre no es de este mundo, y de los setenta y seis minutos del Planetarium le bastan los cinco que dura Mercury para conseguir emocionar como nadie lo ha hecho este año.
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    36.  The xx. I see you.

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    Solo por Say something loving y I dare you ya merecen estar aquí. Más allá del hype y de la música para anuncios, han conseguido lo que debe de ser en 2017 un disco que te haga mover lo pies y te caliente el corazón.
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    35. Temples. Volcano.

    Mucho más directo que su predecesor Sun Structures (2014) -disco de debut de este grupo inglés donde se marcaban toda una lección magistral de pop psicodélico, reseña aquí-; el segundo disco de Temples arranca arriba con Certainty y no baja el nivel ni el ritmo hasta el final con Strange or be forgotten.
    En esta ocasión no han dejado lugar para desarrollos psicodélicos de guitarras ni bajadas de ritmo para coger aire. Las doce canciones parecen competir por ser singles, todas son aspirantes a hits. Y más de la mitad lo consiguen. Yo me quedo con los teclados de la entrada de (I want to be your) mirror, ese sonido Magical Mystery Tour de In my pocket, las guitarras glam  y el rollo T-Rex de Roman Godlike Man y esa gran fiesta Abba que es Mystery of Pop. Para disfrutar.
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    34. Mogwai. Every Country's Sun.

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    Este 2017 se cumplen veinte años desde ese Young Team con el que los escoceses Mogwai se dieron a conocer y se hicieron un hueco dentro de lo que por aquella época llamábamos post-rock. Y desde entonces, ya sea haciendo discos propios como bandas sonoras de documentales sobre la energía atómica, futbolistas míticos o series de zombies francesas, todo lo que han sacado es entre bueno y excelente. Y, este Every Country's Sun es excelente,  lo mejor que han publicado desde Hardcore will never die, but you will (2011). Manteniendo los parámetros musicales en los que siempre se han movido Mogwai, es uno de sus discos más variados, junto con Come on die young (1999) y Rock action (2001). Puede estar relacionado con el hecho de que, al igual que en los dos citados anteriormente, está Dave Fridmann a la producción. Encontramos todos los registros sonoros típicamente Mogwai que han desarrollado a lo largo de estos años: desde esos sintetizadores que metieron con profusión en Rave tapes creando juegos repetitivos con las guitarras y batería (Coolverine, Aka 47, 1000 foot race), crescendos de guitarras marcados a golpes de batería (Brain Sweeties, 20 Size, Every Country's Sun), bucles repetitivos con capas de distorsión superponiéndose (Crossing the road material, Don't believe the fife) y guitarras de rock duro desbocadas como en su primer disco (Battered at a Scramble, Old poisons). Que sigan así veinte años más.

    33. Grizzly Bear. Painted Ruins.




















    Para mí, partiendo de que son completamente diferentes, la música de Grizzly Bear tiene cierta relación con Animal Collective. Cada vez que intento analizar un disco de los primeros la comparación que me viene a la cabeza es que son el otro lado del espejo de los segundos. Mientras que en Animal Collective, con todo lo raros que intenten parecer, los giros, cambios, capas e incluso disonancias y ruidos que le quieran meter a las canciones, en el fondo siempre me parecen que intentan hacer pop y ser los Beach Boys del s.XXI; con Grizzly Bear ocurre lo contrario. Tras la aparente inmediatez de sus temas, muchos de ellos comerciales y pegadizos, y su rock/pop para (casi) todos los públicos, detecto algo perturbador y disonante en su música, en sus estructuras; como un monstruo aterrador agazapado y acechante detrás de esas melodías. Si no, ¿puede alguien decirme cuál es el ritmo tras la melodía pegadiza de Three rings? ¿solo a mí me parece claustrofóbico?
    Disco de repetidas escuchas y de múltiples detalles, una vez enganchados con los hits Mourning Sound y Losing all sense, iremos descubriendo que detrás de cada canción hay un mundo, con cambios melódicos y rítmicos y, a veces, algo agazapado acechándonos.
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    32. Michael Nau. Some Twist. 

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    Una de las sorpresas y descubrimientos del año, gracias a David S. Mordoh y su blog Música en la mochila. Este disco es una maravilla. El hecho de que esté tan solo en el 32 de esta lista es un ejemplo de lo complicado que ha sido hacerla este año -y de lo torpe que soy también-. Poco puedo añadir yo a lo que David escribió en su reseña aquí, solo recomendar que, si te gusta la música y quieres conocer a un artista nuevo de los que aparecen en esta lista, empieces por éste. 100% garantizado (esto va por ti Quique).

    31. Foxygen. Hang.

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    Para todos aquellos que acusamos a Foxygen en su anterior disco ...And Star Power (2014) de desmesurado, de pasarse de rosca y de sobrarle minutos y canciones, tres años después nos entregan este Hang de tan solo ocho canciones en el que no sobra nada; un disco sin altibajos que no da respiro alguno, poco más de media hora en la que el duo californiano siguen haciendo lo que les da la gana, pero en esta ocasión vienen bien armados y finos de puntería, y nos presentan una especie de opereta rock mecida en cuerdas y vientos, con ribetes soul y bebiendo de sus referencias clásicas del rock de los setenta -la santísima trinidad Jagger Reed Bowie a la cabeza-. Uno de los discos de rock del año.
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    30. The Magnetic Fields. 50 Song Memoir.

    Con 69 Loves songs, en 1999, Stephin Merritt lo hizo todo. Cantó al amor de 69 formas posibles, hizo todas las canciones de amor posibles, condensó todo el pop en esos tres discos. ¿Y después de eso qué?
    Aunque seas un genio, debe de ser jodido haberlo hecho todo en tu especialidad y seguir adelante. Y parece que a los genios no les basta con hacer lo que saben hacer, tienen que buscarse motivaciones y complicaciones adicionales para continuar -como Sufjan Stevens y sus discos de estados, o sobre autopistas, o planetas-, así que tras su obra maestra The Magnetic Fields sacaron un disco con instrumentos físicos y con canciones con la I, otro sin sintetizadores jugando a ser Jesus & Mary Chain, otro con...; todos buenos discos, unos mejores que otros, pero ninguno al nivel de 69 Loves Songs -quizás porque los retos que se puso para componerlos tampoco estaban al nivel de éste-. Esta vez el reto si parece estar al nivel: coincidiendo con haber cumplido el medio siglo, se trata de sacar un disco triple con 50 canciones, una dedicada a cada año de su vida. ¿El resultado?  Muy por encima de sus discos anteriores, pero por debajo de su obra maestra; solo The Magnetic Fields son capaces de sacar un disco con 50 canciones y que no se haga largo, pesado ni haya paja en él. Stephin Merritt vuelve a demostrar que es un genio que domina y conoce todos los trucos del pop, y que es un apasionado del pop electrónico de sintetizadores de los ochenta. Cincuenta años de música popular universal.
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    29. La Bien Querida. Fuego.

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    De lo naif del enamoramiento del primer disco Romancero (2009) a la dureza del desamor y el hastío del cuarto Premeditación, nocturnidad y alevosía (2015), tanto en letras como en sonido, la evolución de La Bien Querida en seis años había sido brutal, pero muchos echábamos de menos la magia que tenían Romancero y Fiesta. Con su quinto disco, Fuego, gran parte de esa magia ha vuelto; porque Ana vuelve a cantar sobre volver a enamorarse y, musicalmente, deja hueco a la luz y a las melodías. Lo naif ya ha desaparecido, y las letras como siempre son de las mejores en español que tratan de amor/desamor. Como en todos sus discos, hay varios hits, pero al contrario que en los últimos, el nivel se mantiene en todo el disco y no sobra ninguna. Con permiso de Fiesta, quizás el mejor de La Bien Querida.
    Un último comentario: ¿Es este disco mejor que el de The Magnetic Fields? No ¿Por qué está entonces delante? Porque esta lista es subjetiva, y escuchar en bucle Fuerza mayor en momentos oscuros me sirvió para no perder la luz. Agradecimiento eterno.
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    28. Cigarettes After Sex. Cigarettes After Sex




















    Cigarettes After Sex juegan un poco con las cartas marcadas. Musicalmente vienen con todo lo necesario para llegarte al corazón: ese ritmo slowcore con la línea de bajo sonando por encima que tantas y tantas veces hemos oído antes; ese fraseo cantando que nos transporta a lo mejor de Mazzy Star, esas guitarras cristalinas... Con semejantes bazas es imposible no caer rendido ante estas diez canciones; juegan con nuestro corazoncito indy y más de veinte años emocionándonos con esta música. Pero, seamos justos, este disco me trae al escucharlo las mismas sensaciones que cuando oía el primero de Red House Painters -cosa que muy pocos han conseguido-; y, fríamente, cuesta encontrar quien le tosa a una colección de canciones como K, Sunsetz, Apocalypse, Sweet, Truly y John Wayne. Me pilla con veinte años menos y lo pongo el primero.
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    27. Conor Oberst. Salutations.




















    Conor Oberst decide darle una segunda oportunidad a las diez canciones que grabó el año pasado a solas con piano y harmónica -Ruminations, reseña aquí-; y vuelve a meterse con ellas en el estudio pero esta vez con banda, y qué banda. Porque, si siempre se ha querido considerar a Conor el Bob Dylan de su generación, si hay hoy en día un grupo que pueda hacer de The Band esos son The Felice Brothers. Y debió de irles muy bien en el estudio, ya que además de las diez canciones anteriormente publicadas, al final este Salutations trae siete nuevas adicionales. Las canciones salen ganando con este aporte instrumental. Y si ya antes eran buenas ahora son mejores; algunas incluso de lo mejor que ha sacado nunca Conor Oberst -ya sea con su nombre como con Bright Eyes o Desaparecidos-; y eso dice mucho de este disco considerando que hablamos de un tipo que -a pesar de tener tan solo 37 años- tiene a sus espaldas ya una obra colosal y es historia de la música americana.
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    26. Jesca Hoop. Memories Are Now.

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    "Siguiendo la estela de Joanna Newson, pero con resultados más cercanos a Alela Diane,..." Así empezaba mi reseña del anterior disco en solitario de Jesca Hoop -Undress (2014), leer aquí-. Tras grabar el año pasado un precioso disco de hermosas canciones folk con Sam Bean -Love letter for fire, reseña aquí-, con este Memories are now, Jesca Hoop decide dar un golpe en la mesa y, como parece mostrar la portada, marcar ella su propio camino y dejar su propia estela, alejada de comparaciones y de tópicos folk. Porque si hay que comparar musicalmente con alguien este disco, más que con Alela Diane, Julie Byrne y resto de cantantes folk al uso, sería en planteamiento con el mismísimo Tom Waits. O con CocoRosie si alguna vez hubiesen ido en serio con la búsqueda de las raíces del folk en vez de seguir jugando con el casiotone. O con Joanna Newsom o Julia Holter en el sentido de búsqueda de nuevas referencias en la música de raíz americana. Pero, como ya digo, con este gran paso adelante Jesca Hoop consigue marcar su territorio y personalidad, y revelarse como una referencia imprescindible en el folk. De instrumentación básica pero complejo de fondo, nueve canciones de una fuerza y potencia brutal, grabadas en piedra para que permanezcan para siempre.
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    25. Flotation Toy Warning. The Machine That Made Us.

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    Encontrarme esta joya de disco, totalmente desconocida, completamente al azar y fruto de la más absoluta casualidad, es uno de los mayores regalos musicales que me ha traído este 2017. Aún hoy, intentando buscar referencias para documentarme sobre el disco, me cuesta encontrarlas en internet.
    ¿Pero es que nadie ha escuchado este disco? Esa idea, la de la cantidad ingente de buena música que debe de haber por ahí sin escuchar la verdad es que a veces me quita el sueño. Todo lo que nos estamos perdiendo a pesar -o debido a- la sobreexposición brutal que sufrimos: millones de canciones a nuestra disposición para ser escuchadas; ¿cuáles escoger? Perdidos en la sobreinformación, nos apoyamos en grupos que ya conocemos y nos gustan, en recomendaciones de amigos, en criterios de revistas, blogs o personas que sabemos que son medianamente fiables, queramos o no el bombardeo directo también nos influye en nuestras decisiones... Así que, si alguien lee esto y mi opinión sirve de algo, por favor que le dé una oportunidad a Flotation Toy Warning, quizás el mejor grupo desconocido del año. Necesitan varias escuchas, pero a mí me han atrapado de lleno. Es un misterio por qué a veces grupos pequeños consiguen producirte ese pellizco en el estómago. ¿A qué suenan? Veamos: la emoción y falsa teatralidad de The Bitter Springs, la épica espacial de bolsillo de Grandaddy, la locura de Neutral Milk Hotel...
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    24. The New Year. Snow.




















    El paso del tiempo no existe para los hermanos Kadane. Músicos de referencia del slowcore en los 90 con Bedhead, referencia clave del sello Touch & Go e influencia de un montón de grupos de ese estilo en aquella época; desde el 2001 que montaron el grupo The New Year y sacaron Newness End  siguen haciendo la música que a ellos -y a nosotros- les gusta. No importa que hayan pasado nueve años desde su anterior trabajo, The New Year (2008) -que a su vez salió cuatro años después del segundo The end is near (2004). Cuatro discos en 17 años; un periodo de tiempo en el que el mundo ha cambiado por completo, la industria musical se ha transformado, hemos pasado de los CDs al streaming..., pero ellos siguen haciendo la misma buena música de siempre. Las diez canciones de Snow son tan buenas como las diez de The New Year, o las nueve de The end is near. Las guitarras siguen ahí, hablándose entre ellas, emocionándonos; el bajo y la batería nos marcan el ritmo y subiendo la tensión, poco a poco, hasta las alturas. Escuchamos música para emocionarnos, y pocos grupos, a pesar de los años -que en realidad sí que pasan-, consiguen emocionar a base de guitarras como The New Year.

    23. Aimee Mann. Mental Illness.




















    Hablábamos hace un rato de orfebres y artesanos de la música cuando reseñábamos al bueno de Ron Sexsmith. Aimee Mann no es una orfebre pero sí es una artesana del rock americano, creadora de canciones perfectas de factura impecable, más acústicas y menos arregladas que las de Sexsmith pero de una mayor carga emocional. El único pero que se le puede poner a este disco es su portada, horrible, porque el resto no tiene desperdicio. Gracias al éxito de la canción Save me  de la película Magnolia, Aimee se ha ganado una buena legión de seguidores en Estados Unidos que, tras treinta años de carrera, le aseguran cierta estabilidad y un público fiel. Así que, con suerte, cada cuatro o cinco años podremos seguir disfrutando de discos tan maravillosos como éste. A disfrutar.
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    22. Perfume Genius. No Shape.




















    No Shape es sin lugar a dudas el mejor trabajo de Perfume Genius hasta la fecha. Si ya en su anterior trabajo Too Bright (2014) -reseña aquí- Mike Hadreas ampliaba el registro musical respecto a sus dos primeros discos, en esta nueva entrega abandona definitivamente el pop confesional de dormitorio y nos presenta un tremendo tour de force en el que perviven la fragilidad y belleza. El disco arranca con el grito orquestal desgarrador que rompe en pedazos Otherside; y se cierra con Alan, la mejor canción de amor del año, que flota en el aire incluso minutos después de haber finalizado. Sensibilidad a flor de piel. 

    21. Grandaddy. Last Place.

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    Diez años después Jason Lytle decide grabar de nuevo bajo la marca de su grupo original Grandaddy -desde entonces lo ha estado haciendo directamente con su nombre-; y los viejos fans estamos de enhorabuena porque el resultado está a la altura del resto de la obra del grupo.  Last Place tiene todo lo que nos hizo enamorarnos de Grandaddy; esa épica espacial de bolsillo, esas melodías de teclados que te transportan, esas letras..., aparece incluso el humanoide borracho Jed de The Software Slump. Pero, sobre todo, lo que tiene es el talento genial de Jason Lytle a la hora de componer canciones que parecen alegres pero que te dejan un poso de tristeza, o que parecen tristes y te provocan esperanza. Porque hay que ser un genio para poder cambiar tu estado de ánimo con una canción.
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    20. Slowdive. Slowdive.


    "Mojando magdalenas, como hacía mi amigo Marcel en ginebra..." Suenan las guitarras de Star Roving por los auriculares del Virgin Megastore de la calle Sierpes y tú estás en otro lugar. Te duchas y te vistes un viernes por la noche mientras suena Don't know why y te sientes invencible.
    Sugar for the pill es tu refugio, porque sabes que la música -esta música- siempre estará ahi contigo, ante ese mundo en el que aún no sabes lo que te espera; porque es 1995, tienes 18 años y todo es nuevo y está aún por descubrir. Con Everyone knows te acuerdas de los amigos del instituto que dejaste atrás, y sigues corriendo hacia adelante, siempre hacia adelante... Encontrar tu propio tiempo perdido condensado en 46 minutos de shoegaze. Increíble.
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    19. Hand Habits. Wildly Idle (Humble Before The Void).

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    El disco de Meg Duffy como Hand Habits es sin duda el debut del año. Conocida como bajista en la banda que acompaña a Kevin Morby, demuestra en este Wildly Idle una personalidad arrolladora. Reconozco que me ha costado escuchar el disco entero ya que al principio me quedaba atrapado por la magnífica Flower Glass, una de las canciones del año y con diferencia la mejor del disco, pero poco a poco con el resto de escuchas he ido cayendo en los brazos de In Between y su querencia a lo Damon & Naomi, de All the while y su dream pop country, de Demand it y esos ecos de Julia Holter...Bajo esa aparente languidez y esa grabación casera nos encontramos un disco mágico que a cada escucha se va haciendo más y más grande. A descubrir absolutamente.

    18. WOODS. Love is Love.

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    Cuando el mundo parece que se esté yendo a la mierda, y los malos van venciendo, y el odio sube enteros en las encuestas y da votos, vienen WOODS y como antídoto nos cantan al amor y a la esperanza, con esa portada que no puede ser más clara en intenciones. Tras haber sacado hace apenas un año el magnífico City sun eater in the river of light - 4º en la lista del año pasado, reseña aquí-, este Love is love surge como una respuesta directa y sencilla ante la situación del mundo a finales del 2016. Disco aparentemente pequeño en duración y en pretensiones, a WOODS les basta con sólo 6 temas y escasos treinta minutos para demostrar que se encuentran en un estado de gracia tal que todo lo que hacen es oro; algo así como Yo La Tengo en la época de I can hear the heart beating as one. 
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    17. Micah P. Hinson. Presents The Holy Strangers.

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    Cuentan algunos que si escuchas este disco a solas de noche, si cierras los ojos, a veces, si tienes suerte, entre los compases de The War puedes vislumbrar la aleta de la Gran Ballena Blanca. Que lo que suena por detrás de The years tire on es el traquetreo de las ruedas del carromato que transporta el cuerpo sin vida de la madre de los Bundrens.  Que The Last Song se compuso junto a un barril de amontillado. Que cuando se leyó la biblia en Micah Book One en lugar de Jesucristo se apareció en el estudio Johnny Cash. Cuentan muchas historias, pero no las creas. Es lo que pasa con las cosas excepcionales -como este disco-, que se convierten en leyendas.
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    16. Fleet Foxes. Crack-Up.

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    Crear una escena, ser el buque insignia de un movimiento -el nuevo folk- y desaparecer del mapa cuando estás en todo lo alto lo hacen muy pocos. Aparecer seis años después, cuando nadie te espera, y grabar esta obra maestra en la que en lugar de insistir en las melodías vocales pastorales que les llevaron a la gloria prefieren profundizar en las capas de sonido orgánico que fluyen a lo largo de todo el disco, nos demuestran tanto que Robin Pecknold pasa de las modas como que es un genio. Es cierto que, acostumbrados a la pegada y los hits inmediatos en especial de su primer disco, las primeras escuchas nos dejan un poco desconcertados, sobre todo la primera mitad del disco; en las que las canciones se van sucediendo como si fuesen una sola con distintas partes. A partir de la mitad, con Third of May/ Ödaigahara, las preciosas melodías vocales características de Fleet Foxes nos sirven de enganche.  If you need to, keep time on me nos sirve de respiro bucólico para coger aire para zambullirnos de nuevo con Mearcstapa y On another ocean (January/June). La traca final la traen Fool's errand, I should see Memphis y Crack-Up -esta última con ecos a Cabinessence de los Beach Boys con sus cambios tonales-, que van subiendo el nivel hasta terminar el disco en lo más alto. Glorioso.
    15. Feist.  Pleasure.


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    "Sabes que dejaría cualquier fiesta por ti", canta Leslie Feist en Any party, y la canción termina con un portazo y un coche pasando en el que se oye Pleasure, la canción que abre el disco, que da nombre a éste y es la más animada.
    Y a continuación comienza, tranquila, quieta, la bellísima A man is not his song; como si Feist la estuviese cantando en el salón de casa, solo para ti, a la guitarra. Y tú caes rendido, porque por una voz así también dejarías cualquier fiesta, solo por escucharla; y cuando te tiene enamorado, la canción se rompe con ese sample de rock duro de Mastodon que no vine a cuento y revienta la velada. Estos cinco minutos definen a la perfección lo que es Pleasure, el cuarto disco de Feist -el primero en seis años-. La fiesta se ha acabado, y nuestra reina del indy no está por la labor de recuperar su trono; no más canciones en anuncios de colonia de Don Algodón ni de Apple, no más canciones con los Teleñecos. Quienes buscábamos refugiarnos en la calidez de temas como Mushaboom  y 1234, o encontrar hits directos de la talla de I fell it all nos sentiremos huérfanos ante esta Feist madura, que por momentos parece ocultar sus cualidades vocales en una producción seca, arisca. Pero no desesperemos ante las primeras escuchas, porque la llama sigue ahí, -da una luz menos brillante que antes, pero quizás más intensa-, y con canciones como I wish I didn't miss you, Any party, A man is not his song  y Baby be simple tenemos suficiente para iluminarnos y calentarnos en estos días de oscuridad.
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    14. Meursault. I will kill again.

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    Escuchamos música para emocionarnos, y al plantearme hacer esta lista la primera premisa fue ser honesto. Así que este disco desconocido de un pequeño grupo escocés del que supongo que no habrás oído hablar, este disco cuyas cualidades musicales seguramente están por debajo del de muchos otros, este disco ocupa un lugar preferente en esta lista. Porque -tras el instrumental para entrar en situación ...- la triada con la que empieza  Ellis be dammed, The Mill y Ode to Gremlin ya me deja la piel de gallina cada vez que la escucho; Klopfgeist y su electrónica fantasmagórica es lo más cerca a The Antlers que he sentido en años; Oh, Sarah es un canto de taberna de borrachos enamorados; Belle Amie te mantiene el nudo en la garganta hasta que rompe; Gone, etc... y ese piano que se mantiene en el aire entre interferencias; I will kill again son Migala en su primer disco; y A walk in the park cierra el disco como si todo lo anterior no hubiese sido más que un sueño. 
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    13. Peter Silberman. Impermanence. 

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    Hablamos de emoción y nos damos de bruces con Impermanence de Peter Silberman. El líder de The Antlers nos entrega su primer disco en solitario, fruto de su reclusión recuperándose de una enfermedad que le produjo una temporal pérdida de audición e hipersensibilidad al ruido que le impidió hablar y cantar durante un tiempo. Por eso no es casualidad que el protagonista absoluto de este disco sea el silencio; un silencio que se apodera de cada espacio que ocupa cada canción, y que la guitarra o la voz rompen con un respeto casi sepulcral. Un tratamiento así del silencio y de congelar el tiempo en una canción solo lo he visto hacer a Low en la época del Secret name. Son sólo seis canciones, sólo 36 minutos, y debemos estar agradecidos porque dejarnos sin aire más tiempo podría provocarnos problemas de salud. Estamos hablando de la persona detrás de los discos de The Antlers -Hospice, Burst apart y Familiars-; aquí se basta y se sobra con su voz y la guitarra para buscar la catarsis.

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    12. Hurray for the Riff Raff. The Navigator. 

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    Este disco es una historia, un viaje desde Puerto Rico a Nueva York en busca de un futuro supuestamente mejor; pero también es un viaje interior, un reconocimiento de quien se es, de orgullo de raíces y orgullo de mujer, que alcanza su climax tanto narrativo como musical en Pa'lante, esa canción río que va creciendo desde la autoconciencia personal -"Be/Do something"- hasta la autoconciencia del colectivo emigrante que merece un futuro por el que ha luchado -desgarradora parte final con el recitado de los nombres de aquellos que se han quedado atrás-. Por el camino, hasta llegar hasta aquí nos encontramos a Lou Reed y a David Bowie, ritmos caribeños y  gospel de Nueva Orleans conviviendo juntos en uno de los discos del año. Un trabajo ambicioso que cumple sobradamente con las expectativas. 
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    11. Sean Rowe. New Lore.





















    A la portentosa voz de barítono de Sean Rowe le acompaña en esta ocasión una esmerada producción que aporta a cada tema lo que necesita -coros gospel, cuerdas, pianos o una simple guitarra, según lo que pida cada canción- que eleva de manera considerable el nivel del disco. Pero, especialmente, en este disco, a la ya emocionante de por sí voz de Sean Rowe y a su revisión del folk, soul y americana le acompaña un nivel de inspiración en la composición que hace que este sea de largo su mejor disco. Gas Station Rose y esa guitarra acústica que rompe en cuerdas y piano al final; The Salmon y esos coros marcados con el piano que fluyen a lo largo de la canción; el gospel de Promise of you; esa oda honesta y desnuda a descubrir ser padre que es I'll follow your trail -con esos coros hechos por Sean que ponen la piel de gallina-; la tensa calma hasta romper en estribillo de The Vine; el soul juguetón de Newton's Cradle, el baladón a piano marca Leonard Cohen que es I can't make a living from holding you; el baladón country marca Kenny Rogers que es It`s not hard to say goodbye; el soul más experimental que es You keep coming alive; y esas dos maravillas folk que cierran el disco The very first snow y To leave something behind. Alta carga emocional, música de calidad. Irreprochable.
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    10. Real Estate. In Mind.




















    Guitarras. Guitarras que hablan, que dialogan entre ellas; en eso Television fueron los más grandes. Siempre hemos tenido un lugar especial en nuestro corazón para los buenos grupos de guitarras, desde Big Star a Teenage Fanclub.
    Y, hoy por hoy, Real Estate son el mejor grupo de guitarras en activo, heredero de esos diálogos y juegos que van desde Television y Big Star a Teenage Fanclub y Yo la Tengo, pasando por Luna y Seam. En este In Mind la influencia que más viene a la cabeza al escucharlo es la de Teenage Fanclub, especialmente en temas como Two arrows o White lights. Menos indy rock y más luminoso que los anteriores, el disco es una fiesta de guitarras brillantes que juegan, corretean y se divierten a lo largo de cada tema. Un disco que te calienta el corazón y te alegra. Un disco enorme que se hace gigante con la primera -Darling- y última canción -Saturday- de la colección. Solo por esas dos canciones ya merece un lugar en lo más alto.
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    9. Laura Marling. Semper Femina.




















    Desde los primeros compases de percusión y contrabajo que abren Soothing. y con ella su sexto disco Semper Femina, Laura Marling consigue subyugarnos e introducirnos en una atmósfera especial y privada que impregna las nueve canciones que conforman esta impresionante obra. A pesar de la invitación, uno se siente algo cohibido a la hora de entrar en el universo personal de Laura y ante la personalidad y fuerza arrolladora que ésta muestra. Sin una pizca de fragilidad -en esto la comparación con P.J. Harvey sí es válida-; su propuesta musical derrocha sabiduría, emoción y belleza. Folk con personalidad propia. No busquen a la nueva Joni Mitchel y disfruten de esta Laura Marling única. 

    8. Father John Misty. Pure Comedy.

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     En una primera apreciación, Josh Tillman en esta su nueva entrega como Father John Misty abandona la orquestación y los arreglos de su disco anterior I love you honeybear -8º también en la lista del 2015, reseña aquí-, se disfraza de Elton John y, abusando del piano y de los sonidos de los setenta, juega a ser un crooner bufón de nuestra época. Pero no caigas en la trampa, porque Pure Comedy es otra cosa, es un refugio confortable y acogedor donde guarecernos de este mundo absurdo, idiota y hostil que nos ha tocado vivir. Un edificio gigantesco, intrincado y colosal construido hacia abajo, del que solo vislumbramos una pequeña parte; y cada vez que entramos en él y escuchamos alguno de sus temas descubrimos nuevos detalles, nuevas habitaciones aún por explorar. Este disco, largo, infinito, inmenso, sabio y enorme, es el sitio ideal para quedarnos a vivir en él, mientras fuera llueven tuits y el mundo se vuelve un poco más feo.

    7. Happyness. Write In.

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    A Real Estate les ha salido competencia como abanderados del indie rock actual en este trio de imberbes británico, que con este su segundo disco dejan atrás sus referencias iniciales de Sparklehorse y Yo la Tengo sobre las que se sustentaba su magnífico début Weird little birthday (2015) -reseña aquí-, buscando un sonido propio explotando sus influencias en todas las direcciones. Hablábamos de guitarras que dialogaban y emocionaban, y los dos minutos iniciales de Falling down -hasta que por fin aparece la voz en la canción- deberían formar parte ya de la historia de este tipo de música. En The Reel Start Again (Man as Ostrich) invocan a los fantasmas de John Lennon y George Harrison a través de Baxter Dury. Anytime es Yo la Tengo circa Electr-o-pura;.Through Windows podría haberla escrito Avi Buffalo con Jason Lytle si ambos fuesen de Londres en vez de California. Uptrend/Style Raids bebe tanto de Sparklehorse como de los Rollin' Stones, ambos pasados por psicodelia y ralentizados. Bigger glass less full nos recuerda que en 1992 escuchábamos el Slanted & Enchanted y el Bandwagonesque. Victor Lazzaro's Heart es un susurro de caramelo envuelto en guitarras. Anna, Lissa Calls son los mejores Teenage Fanclub. The C is a B a G es un bucle de psicodelia lisérgica. Y por último Tunnel vission on your part nos trae ecos del mejor Linkous. Con todas estas influencias, con talento y con diez canciones fabulosas, Happyness han buscado su propio sonido y han sacado el mejor disco indie de este 2017. 

    6. Iron & Wine. Beast Epic.



















    Parece que Sam Beam ha terminado su periplo y ha vuelto a casa. Un viaje musical que comenzó hace diez años, con The Shepherd's dog (2007), en el que abandonó su folk acústico de dormitorio que tan bien le habían sentado a sus dos primeros discos -especialmente a esa obra maestra que es Our endless numbered days (2004)-. Así, durante ese viaje Sam Beam ha sacado tres discos como Iron & Wine en los que ha enriquecido su música con todo tipo de influencias, integrando instrumentos y sonidos de todo tipo en sus canciones. También ha aprovechado este tiempo para grabar discos en colaboración con amigos de su misma cuerda, compartiendo experiencias. Todo viaje tiene un final, y parece ser que con este Beast Epic Iron & Wine retoman el folk, la quietud, la austeridad instrumental de sus inicios, vuelven a casa. Pero es un error común pensar que cuando volvemos somos los mismos, que nada ha cambiado, que haremos lo que hacíamos antes de irnos, como lo hacíamos antes de irnos. Por eso Beast Epic es especial, tan grande. Bajo la apariencia de un disco sencillo de folk acústico de dormitorio, se esconde la sabiduría de más de diez años de viaje, de exploración musical. Todo está construido al detalle de manera preciosista para que parezca simple y sencillo, como Andrew Bird crea estructuras complejas para hacer joyas pop. Porque somos lo que hemos vivido y no podemos desprendernos de ello ni ocultarlo. Y Sam Beam es, a estas alturas, un gigante.
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    5. Hamilton Leithauser + Rostam. I Had A Dream That you Were Mine .




















    Es cierto, estoy haciendo trampas. Este disco no es del 2017. El segundo disco en solitario del exlíder de The Walkmen, -en esta ocasión grabado íntegramente en colaboración con Rostam Batmanglij de Vampire Weekend- se publicó a finales de septiembre del año pasado, por lo que su supone que no debería de aparecer en esta lista.
    ¿Pero cómo no meter al disco que con diferencia más he escuchado este año? El disco que contiene las canciones que en mi memoria han quedado para siempre adheridas a lo que he hecho, vivido, sentido, este año. Además, aunque saliese en septiembre del 2016 yo lo descubrí en abril de este año, y ha sido la banda sonora de mi vida desde los primeros meses de verano; así que finalmente aquí está, en el lugar de honor que merece, con su portada encabezando el último post de la lista de mis favoritos. Sentimentalmente, (casi) mi disco del año.
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    4. Kevin Morby. City Music.

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    Los merecidos elogios que se llevó la anterior obra de Kevin Morby -Singing Saw , número 7 en la lista del 2016, reseña aquí-; y los calificativos que le dimos a su talento se quedan cortos ante esta su continuación justo un año después. Porque City Music es mejor, mucho mejor, si cabe que su predecesor. En esta ocasión Kevin deja un poco de lado el campo y la montaña del anterior y se adentra de lleno en la ciudad, por lo que encontraras menos Dylan y bastante más Lou Reed y la Velvet. Pero a estas alturas las referencias son lo de menos. Como dijimos hace un año, Kevin Morby demuestra que está a la altura de sus maestros, que va sobrado de talento y que todavía no ha tocado techo.  Un último comentario antes de terminar: ¿a alguien más le recuerda el estribillo de Pearly Gates al de la película de La leyenda de la Ciudad Sin nombre?

    3. The War on Drugs. A Deeper Understanding.

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    The War on Drugs siguen en este A Deeper Understanding su trayectoria ascendente para hacer mejores canciones y, sobre todo, para sonar mejor. Sin preocuparse de que en sus críticas aparezcan nombres a día de hoy no tan cool como Dire Straits, o los sonidos de la etapa más ochentera de Springsteen y Dylan; Adam Granduciel y sus compañeros pulen al detalle la producción, meten los riffs de guitarras y los teclados que hagan falta en cada canción, las dejan crecer alargándolas lo que necesiten, y consiguen que los diez temas de A Deeper Understanding suenen aún mejor, como debe de sonar un disco de rock; y también consiguen dar a las canciones alma y que emocionen. De diez canciones, hits son como mínimo Holding on, Strangest Thing, Nothing to Find, In Chains, Clean Living y You Don't Have To Go. Y las otras cuatro casi que también. Imbatibles. 

    2. The National. Sleep Well Beast.























    Hablando de honestidad, es difícil dejar atrás a tus grupos favoritos. Y si además han sacado un muy buen disco, ¿qué más hay que añadir? Si solo por contener Pink Rabbits -¿mi canción favorita de lo que va de siglo?- le di el primer puesto en la lista del 2013 al anterior Trouble will find me; ¿cómo no voy a valorar por todo lo alto este Sleep Well Beast si es aún mejor? Podría hablar de la inteligencia con la que han introducido electrónica en muchos de los temas -nota especial para esa Sleep Well Beast construida sobre una base de bits que cierra el disco-; del romanticismo que destilan el piano de Carin at the Liquor Store y el baile de fin de noche de Dark Side of the Gym; de como el espíritu de Grinderman se apodera del grupo en Turtleneck; y de lo mal que han ido las cosas que hemos pasado de cantar Mr. November en las campañas de Kerry y Obama a The System Only Dreams in Total Darkness en la era Trump. Pero seamos honestos, The National son uno de mis grupos favoritos, y por eso están aquí.

    1. Los Planetas. Zona Temporalmente Autónoma.




















    Ni siquiera los fans más acérrimos esperábamos a estas alturas grandes cosas de Los Planetas. Habían pasado siete años desde Una Ópera Egipcia (2010), y parecía que, durante ese tiempo, los discos retorciendo el repertorio de Morente como Los Evangelistas cubrían sus necesidades flamencas psicodélicas a la que se habían dedicado desde La Leyenda del Espacio (2006); y la vertiente más pop era ocupada por la aventura de J junto a Manuel Ferrón en Grupo de Expertos Solynieve.  Estos últimos también tomaban la faceta político-reivindicativa de J en su colección de EPs Colinas Bermejas y Lucro Cesante. Así que poco hueco dejaban al grupo madre el desarrollo de los diferentes proyectos paralelos. Por último, el lanzamiento el año pasado del mediocre EP Dobles Fatigas nos ponía en lo peor. Los Planetas parecía que habían quedado como un magnífico grupo para dar conciertos y llenar festivales tocando sus grandes éxitos y recuperando sus discos míticos ahora que iban a cumplir aniversarios importantes. 
    Todo eso se va al garete cuando, un mes antes de que salga Zona Temporalmente Autónoma lanzan como single Islamabad. Siete minutos en los que cogen un tema de trap de Yung Beef y lo convierten en una letanía psicodélica al más puro estilo Planetas. ¿Su mejor canción de su enorme repertorio? Porque ésa ha sido siempre la gran habilidad de Los Planetas, absorber toda la música que les gusta y llevarla a su terreno, hacerla propia y personal, desde sus primeros discos intentando imitar a Spacemen 3 a los últimos copiando del flamenco. Para J esa es la música popular, la que bebe de lo existente; y su gran virtud es haber creado un cancionero y una trayectoria propia personal y claramente identificable a partir de toda aquella música que han escuchado y les gustaba.
    Así, llegamos a abril y, expectantes ante la salida de Zona Temporalmente Autónoma, descubrimos el contenido del resto del disco. Y lo que contiene es TODA la obra de Los Planetas. En esta ocasión, además de toda esa música escuchada que les sirve de influencia y de punto de partida, lo que han asimilado y regurgitado en este disco es toda su obra anterior, pero -como solo ellos saben hacer-, revisitada, actualizada, transformada y con una nueva personalidad que hace que nos cueste darnos cuenta. Islamabad tiene la épica instrumental que hacía grande Una semana en el motor de un autobús. Una cruz a cuestas revisita a Los Evangelistas. Soleá es psicodelia flamenca tan oscura como partes de La Leyenda del Espacio. Seguiriya de los 107 Faunos sube a los mismos cielos lisérgicos que Encuentros con entidades. Hierro y Niquel en letra y música es Super 8 veinte años después. Libertad para el solitario viene de la misma terna que Una corona de estrellas y Siete faroles de  Una Ópera Egipcia; mientras La Gitana va con la terna más oscura que cerraba el mismo disco. Ijtihad es el Pop comercial entendido por ellos. Espíritu Olímpico es el pop que descubrieron en Unidad de desplazamiento. Zona Autónoma Permanente mantiene el espíritu de Vainica Doble y contra la Ley de la Gravedad. Amanecer es la hermana romántica y positiva de Tú, misionero de Dios de Grupo de Expertos. Hay una estrella es lo que intentaron hacer para cerrar Unidad de desplazamiento pero esta vez consiguiendo la delicadeza y la emoción buscada. Y Guitarra Roja es la reivindicación política de los últimos EPs de Grupo de Expertos. 
    Que mi grupo favorito saque a estas alturas un disco en el que suenen ecos de toda su obra anterior, de esos sonidos que me han acompañado en los últimos 23 años, que forman parte de mi vida.
    ¿Por qué escuchamos música? Porque estamos vivos -la muerte es silencio y vacío-, y las canciones son parte de esa vida.  



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