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viernes, 28 de diciembre de 2018

Discos del 2018 (Completo)



Antes de empezar otro año más con intentar reseñar los discos que más me han gustado/influido/acompañado durante este 2018, me gustaría recomendar aquí otros buenos discos que no aparecen en esta lista de 50 pero que si hubiese hecho la lista unos días antes, o después, o si en ese momento me hubiese pillado en otro estado de ánimo o - teniendo en cuenta que todo esto de las listas es totalmente subjetivo y bastante absurdo- qué se yo, tendrían todo el derecho a aparecer en las reseñas del año.
Y como el único motivo de esta lista es recomendar buena música y -si es posible- ayudar a alguien a descubrir algún grupo o disco que le marque o le diga algo especial, quiero citar aquí los siguientes:
el retorno al nivel de sus inicios de Franz Ferdinand y su Always ascending; Ray Lamontagne siguiendo en la senda del rock cósmico setentero en Part of the light; el soul en sus diferentes versiones, desde Joey Dosik recuperando a Al Green y Marvin Gaye  con su Inside voice, los clásicos standards de Natalie Prass en The future & the past, el sonido de Spacebomb traído esta vez por Andrew Jenkins y Sweet bunch, hasta el sorprendente Earthtones de Bahamas; los sonidos extraños e inquietantes, pero a la vez emocionantes de Alexander Tucker y su Don't look away -folk si es folk lo que hace Jim O'Rourke-, y de Son Lux en Brighter wounds -post rock con sentido y sensibilidad-; Pinegrove con Skylight por debajo de su trabajo anterior pero a punto de dar la campanada en cualquiera de sus próximos discos; Jim James haciendo lo que le da la gana, esta vez rock guitarrero  tipo 90's en Uniform Distortion; la psicodelia de toda la vida de Triptides en Visitors y la de nuevo cuño en la colaboración de Dungen y Woods con Myths 003; el viaje de Calexico desde Arizona a los sonidos de California en The thread that keep us
Volvamos a la lista, comencemos con los 50...

50. Julia Holter. Aviary.

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El nuevo disco de Julia Holter es una obra colosal, -disco doble, 15 canciones, una hora y media de duración-, densa, con miles de detalles y matices, de art pop con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva, donde encontramos desde electrónica experimental hasta ecos de música medieval.
Una obra inabarcable que reconozco que en esta ocasión no he tenido ni el tiempo ni la paciencia de escucharla las veces y con la atención que merece. Por eso puede que dentro de unos meses me arrepienta de haberla situado al principio de la lista. Una artista única desplegando todo su arsenal sonoro, dejándonos sin aliento.

49Snail Mail. Lush.
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El debut de Lindsay Jordan como Snail Mail la sitúa como the next big thing en este continuo eclosionar de grandes mujeres artistas que están liderando el rock actual americano; que tras uno o varios discos interesantes sacan uno definitorio que las pone en primera línea -casos por orden de aparición de Sharon Van Etten, Angel Olsen y Lucy Dacus-. Así que mientras esperamos ese próximo disco que la haga despegar del resto, podemos por ahora disfrutar de la mezcla de crudeza guitarrera, angustia adolescente y melodías que te van meciendo y enganchando a lo largo de los menos de cuarenta minutos que duran las diez canciones de este Lush.

48. Dominique A. La fragilité.

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Durante este 2018, Dominique A nos ha regalado dos discos muy diferentes entre sí. Este La Fragilité, publicado en la última parte del año, representa su vertiente más intimista y recogida, frente al más arreglado y ambicioso Toute latitude. Pero de ningún modo estamos hablando de un disco secundario o del hermano pequeño del anterior. A estas alturas el de Nantes es incapaz de hacer un disco malo; y muchas veces es en la desnudez y la simplicidad que apreciamos mejor el talento enorme a la hora de crear canciones que tiene Dominique A; al que le basta y le sobra con su guitarra, un poco de electrónica de acompañamiento y, sobre todo, su inconfundible voz para emocionarnos.

47. Lomond Campbell. Black river promise.
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Escuchar el primer disco de Lomond Campbell es viajar a las tierras altas de su Escocia natal; es oler a tierra, musgo y humedad; es soñar que Nick Drake no ha muerto y por fin se ha decidido a dejar atrás la pena y sonreír; es dejarte mecer por esos violines que acompañan las nueve canciones; es disfrutar de probablemente el mejor disco de folk del año. Bueno, para los más picajosos el disco se grabó y salió en el 2017, pero a nosotros nos ha llegado en el 2018, y sería un error por nuestra parte dejarlo atrás, ¿no?

46. The Goon Sax. We're not talking.

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El segundo disco de The Goon Sax sigue manteniendo la frescura de su debut Up to anything -número 35 en la lista del 2016, reseña aquí  -, por algo sus tres músicos siguen teniendo menos de 20 años, pero dejan atrás ese lado naif que tenían sus primeras canciones. Sus referencias siguen siendo el amateurismo de The Beat Happening, el fraseado vocal de Jonathan Richman y, sobre todo, el pop indie de la segunda mitad de los ochenta liderado por  The Go-Betweens -uno de los dos guitarristas es el hijo del gran Robert Forster-. La mayor implicación en las voces de la batería Riley Jones les da en muchos de los temas unos juegos vocales que nos recuerdan a los primeros discos de Yo la Tengo. Con todos esos nombres de referencia para intentar contar a qué suenan, ¿qué más tengo que hacer para que los escuches si aún no lo has hecho? 


45. Big Red Machine. Big Red Machine.

Big Red Machine

Detrás de Big Red Machine se esconden Justin Vernon aka Bon Iver y Aaron Dessner de The National, así que lógicamente siguiendo con sus respectivos últimos trabajos, la electrónica tiene tanto o más protagonismo que el rock en los 30 minutos que duran las 7 canciones de este proyecto paralelo. Aunque, siendo precisos, para Justin Vernon el rock en este siglo XXI está inevitablemente ligado a la electrónica, igual que nuestro mundo actual está asociado irremediablemente a lo digital, a internet y la inteligencia artificial. Así que este disco es rock, de nuestra época y tiempo, pero al fin y al cabo rock. Por otro lado, esa Gran Máquina Roja que da nombre al proyecto se refiere al corazón, y da la impresión de que ese es el objetivo de este disco: unir corazón con máquinas, electrónica con sentimientos; porque lo que desprenden estas siete canciones es esperanza, es amor y es cercanía. Alejados de la frialdad que pueden en un primer momento producir todos esos ruidos digitales, distorsiones en la voz y juegos electrónicos, Big Red Machine consiguen desprender una calidez y humanidad sorprendentes. El futuro era esto.


44. Parquet Courts. Wide awake!

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Wide awake! es sin duda el disco más variado de los que han sacado hasta ahora Parquet Courts. Consiguen salirse de la línea clara que va desde The Velvet Underground a Pavement pasando por The Fall. Ojo, que esas siguen siendo las referencias más claras del cuarteto texano afincado en Brooklyn, pero en esta ocasión la paleta de registros es mayor, consiguiendo reflejar a lo largo de sus trece canciones los diferentes sonidos que conforman su ciudad de acogida. Porque lo que define sobre todo a este disco es Nueva York; es callejero, sucio, divertido y suena a todos los grupos que conocemos que han salido de la Gran Manzana, incluso mete sonidos caribeños y de fiesta de barrio en la canción que da título al disco. Es punk, es rock pero, sobre todo, es diversión.

43. Dr. Dog. Critical equation.

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Es muy difícil que Dr. Dog vuelvan a alcanzar la cumbre creativa que lograron hace ya más de diez años, con los lanzamientos consecutivos de Easy beat, We all belong y Fate. Después de esos tres discos maravillosos han seguido sacando discos de buen nivel, con buenas canciones pegadizas, pero siempre por debajo de los tres citados. Este Critical equation nos trae todo lo bueno que ya conocemos de Dr. Dog, está repleto de buenas canciones, algunos hits como Virginia please, True love, Heart Killers o Under the wheels; es quizás el mejor de los últimos cuatro que han sacado, pero, joder, ¡es qué We all belong y Fate eran tan buenos!

42. Hurry. Every little thought.

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Hablando de grandes discos, ¡qué bueno era el Radio City de Big Star! Y hablando de Big Star, ¡qué grandes eran Teenage Fanclub! ¡Ah las guitarras! ¡el power pop! ¿y no resuenan las guitarras del primer disco de los Planetas en Read between the lines? ¿no ha colaborado Norman Blake en escribir Hanging on y Time and time again? ¿es Heatwave la canción de nuestro verano de 1996? ¿Se puede disfrutar en 2018 de un magnífico disco de power pop guitarrero? Por supuesto que se puede.

41. Dominique A. Toute latitude. 



Los discos de Dominique A se dividen en muy buenos y excepcionales. Este Toute Latitude -el primero de los dos que ha sacado este año, el que presenta más arreglos e instrumentación en las canciones-, no es excepcional como lo fueron Eleor -número 15 en la lista de 2015, reseña aquí -, L'horizon (2006) o Auguri (2001), pero sigue siendo un regalo disfrutar cada cierto tiempo de la música de Dominique A. Esperando verlo con suerte próximamente en directo para rendirnos a sus pies y poner en valor este magnífico disco.

40. Courtney Barnett. Tell me how you really feel.

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Tras tirar las fichas al suelo  y romper el tablero y dejarnos a todos babeando con su disco de debut -Sometimes I sit and think, and sometimes I just sit, número 7 en la lista de 2015, ver reseña aquí -, y tras su jugueteo/colegueo con Kurt Vile del año pasado, Courtney Barnett nos entrega por fin con Tell me how you really feel la continuación a tan aclamado primer album. Y la primera comparación con su predecesor no sale muy bien parada, ya que éste último carece de la inmediatez del anterior. Frente al puñado de hits que las primeras escuchas del Sometimes I sit… nos ofrecían, en este caso es difícil apreciar a las primeras de cambio nuevos hits. Pero eso es solo una primera impresión. Tras dedicarle el tiempo necesario al disco -tampoco es Julia Holter que digamos-, vamos encontrando en cada canción una gema; apreciamos como Courtney ha cantado todo lo que ha querido contar -las letras son aún más personales, y sigue teniendo la pluma tan afilada como antes-; y en resumidas cuentas sigue siendo una obra grande y personal de una artista que ha venido para quedarse en lo más alto del rock de guitarras, con una personalidad a prueba de singles y a la altura de su admirado Lou Reed. Aquí no hay hype que valga.

39. CHAPPO. Do it.

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Si en el disco anterior de la lista decíamos que nos costaba encontrar de primeras algún hit, debe de ser porque todos los hits se encontraban en éste Do it, de CHAPPO. Sin duda uno de los discos más divertidos de escuchar este año, prácticamente las diez canciones que lo forman serían singles potenciales, y la mezcla de estilos es tal que podrían ser cada uno de un artista diferente. Las influencias son tantas y están tan asimiladas que cuesta citarlas: desde los Beatles a Flaming Lips, parecen una mezcla imposible de Foxygen y Teleman. 100% disfrutable.

38. Sr. Chinarro. Asunción.
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Antonio Luque sigue haciendo la música que le viene en gana. Con el tiempo se ha ganado cierto público fijo interesado por su propuesta musical, y él a estas alturas no va a hacer nada que le haga mejorar ese estatus que le permite tirar para vivir hasta el siguiente disco y su consiguiente gira. Por eso el hecho de que este disco sea más rockero, más como Enhorabuena a los cuatro; alejándose del estilo el Fuego amigo que recuperó en su anterior El progreso - nº 26 en la lista del 2016, reseña aquí -; y de la vuelta a sus primeros discos que trajo Perspectiva caballera -nº 30 en la del 2014, reseña aquí -; el hecho de que esta vez haya decidido darle protagonismo musical a la banda, no es más que porque le apetecía en esta ocasión. No hay plan establecido más allá que sacar las mejores canciones y darles el enfoque que le pida el cuerpo. Y por encima de enfoques, bandas y estilos quedan como siempre las letras, de lo mejor que puede escucharse cantado en español hoy día. En Asunción parece esta vez entreverse cierta obsesión por la religión, en el sentido de intentar entender como gente a la que queremos es capaz de creer en algo, de intentar comprender como gente que apreciamos y valoramos cree en cosas ancestrales como ídolos de piedra o madera, apocalipsis o resurrecciones. Nosotros creemos en ti Antonio, y haremos procesión para verte en directo si tocas cerca. Amen.

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37. Tanukichan. Sundays.

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Estamos de suerte. Tras el glorioso regreso de Slowdive del año pasado, los amantes del shoegaze, de las capas de guitarras distorsionadas que te elevan al cielo, del ruido melódico que te calienta el corazón, recibiremos como un regalo el debut de Hannah van Loon como Tanukichan. Porque la música de esta californiana es shoegaze, y dream pop, pero del bueno. Si eres de los que levantan la ceja al escuchar ambos términos debido a la cantidad de grupos mediocres que han escondido sus carencias bajo alguna de esas dos etiquetas, tranquilo, que este no es el caso. A la altura de Slowdive y, casi -ejem- de Beach House. Domingos para cerrar los ojos y soñar.

36. Ty Segall. Freedom's Goblin.

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Ty Segall sigue en estado de gracia. Tan prolífico como siempre, hay que aprovechar ese grado de inspiración que ha alcanzado y, sobre todo, el tiempo que le dure mantener ese supergrupo de genios y virtuosos que le acompañan. Porque, tal como ya hizo en el estupendo disco homónimo que sacó el año pasado -número 48 en la lista, reseña aquí -, vuelven a participar Mikal Cronin al bajo, Emmett Kelly (The Cairo Gang) a la guitarra,Charles Moothart a la batería, Ben Boye a los teclados y Steve Albini produciendo. Y juntos forman una bestia parda equivalente a los Bad Seeds del blues, del hard rock y de todo lo que suene sucio, precipitado y urgente.  Y si no quieres arroz, toma dos cazos; porque el disco es doble; 19 canciones y 75 minutos de duración. Y puedo asegurarte que no hay relleno. Un repaso por toda la historia del rock y del blues, con un cierre prodigioso como son los 12 minutos de And, goodnight -cuando la canción lleva más de dos minutos de rifs de guitarras y comienza a cantar uno ya está entregado de rodillas-; solo por esa canción ya merece la gloria. Y para los que todo esto no sea suficiente, Ty Segall ha sacado este año también otro disco más psicodélico con White Fence (Joy) y un disco de versiones de Neil young, Grateful Death, John Lennon, War, Funkadelic… (Fudge Sandwich).  Brutal.

35. Phosphorescent. C'est la vie.

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5 años dan para mucho. 5 años han pasado desde que Phosphorescent grabase su anterior disco Muchacho en la Riviera Maya mexicana; afinando su sonido con la introducción de algún arreglo electrónico y teclados que le alejaban de las referencias a Will Oldham e Iron & Wine de sus inicios; y que le supuso un mayor reconocimiento general y llegar a un público más amplio.
Y aunque para muchos Muchacho fuese su mejor disco hasta la fecha, personalmente había algo forzado o impostado en él que no me convencía del todo. En 5 años Mathew Houck -la persona que se esconde detrás de Phosphorescent- ha encontrado una pareja, se ha mudado de Brooklyn a Nashville y ha tenido dos hijos. 5 años dan para mucho, y en el caso de Phosphorescent le han servido para madurar, para asentarse y para cantarnos ahora sobre su hijo, sobre el amor cotidiano, sobre nacimientos e incluso sobre la Navidad. Manteniendo las coordenadas sonoras y el sonido que alcanzó y pulió en Muchacho, ahora las influencias que resuenan son las de Kurt Wagner y Lambchop; las de los medios tiempos de Jim James en los últimos discos de My Morning Jacket; incluso al Paul Simon de Graceland. Y en esta ocasión todo suena auténtico, más natural.  Y cálido y cercano. Sin duda su mejor disco hasta la fecha. Calor de hogar.

34. Okkervil River. In the Rainbow rain. 

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¿Qué puede ofrecernos nuevo Will Sheff a estas alturas en el noveno disco de estudio de Okkervil River? Pues para empezar abrir el disco con una canción en la que nos cuenta cómo de pequeño casi se muere y le hicieron una traqueotomía, para pasar a relatarnos personajes famosos que también han sufrido esa operación, desde Dylan Thomas hasta Ray Davies, y terminar la canción con la melodía a piano de Waterloo Sunset. O una The Dream and the Light con crescendo épico a la altura de sus mejores temas de siempre. O la calidez ochentera y pegadiza del estribillo de Love Somebody. O la tranquilidad con la que te mecen las melodías de Family Song y de Shelter Song. O ese homenaje al Bruce Springteen  rockero que es Pulled up the ribbon. O ese Don't go back to Rockville de R.E.M. revisitado e irónico que es Don't move back to L.A. O esos coros a lo Duran Duran de How it is. O ese cuento de bosque encantado que parece External actor. O esa rotundidad con la que se cierra el disco con Human being song. En serio, ¿qué podemos esperar a estas alturas de otro disco más de Okkervil river?     

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33. Mutual Benefit. Thunder follows the light. 

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Alto. Si estás aturdido por un mundo que va más deprisa de lo que eres capaz de digerir; si estás saturado de fake news, de grupos de whatssap que te mandan mierda y de ver como la intolerancia crece a tu alrededor; si al poner la tele y no ver más que a gente chillándose te entran arcadas; si, en definitiva, todo lo feo que hay en este mundo te impide disfrutarlo en condiciones; para un momento. Deja lo que estés haciendo y dale una oportunidad a Mutual Benefit. Con un poco de suerte puede convertirse en uno de tus grupos favoritos. Porque siempre queda lugar para la Belleza -así, en mayúsculas-, para la calma y para la esperanza. Yo tuve la suerte de descubrirlos hace dos años, y lo que pienso de ellos está aquí. Poco más tengo que añadir.

32. Yo la Tengo. There's a riot going on.



Un nuevo disco de Yo la Tengo es como la visita de un viejo amigo de toda la vida al que últimamente ves muy poco. Te sientas un rato a charlar y es como si nunca se hubiese ido, como si os vieseis todos los días. Aunque cada uno ha hecho su vida por su lado, y seguramente ahora cada uno sea muy distinto, todo lo compartido en épocas anteriores hace que el cariño y el afecto esté por encima de todo; y te sientes cómodo, te sientes genial. Igual que los amigos de toda la vida, sabes que un disco de Yo la tengo no te va a fallar. En este caso las canciones de There's a riot going on traen poco de revuelta y mucho de ambientación y de atmósfera; en la línea de su época 2000-2003 en la que sacaron  And then nothing turned itself inside-out y Summer sun. Es cierto que no llegan al nivel de excelencia de su anterior Fade (2013), pero quién va a decir que no cuando te llama un viejo amigo y quiere verte.

31. Teleman. Family of Aliens.

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La continuación al fabuloso Brilliant sanity -número 14 de la lista de 2016, reseña aquí-, puede dejar un poco descolocado a las primeras escuchas, ya que adolece de la inmediatez de su predecesor y, sobre todo, no es la concatenación de hits potenciales que constituían Brilliant sanity. Las melodías de este Family of aliens están un poco más escondidas entre esos teclados que dan al disco un efecto de electrónica retro, pero si miras bien las encontraras fácilmente, a puñados. Porque hoy por hoy Teleman siguen facturando el mejor pop disfrutable que puedes escuchar. Son ahora miso lo que Franz Ferdinand siempre debieron ser. Y mientras todo el mundo habla del último disco de Artic Monkeys, no encuentro una sola página de música especializada que mencione este disco como de lo mejorcito que viene de Gran Bretaña este año.

30. Sin Fang, Sóley & Örvar Smárason. Team dreams.

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Una de las joyas ocultas de mi colección de discos es Clangour de Sin Fang Bous; una maravilla única que descubrí por casualidad capaz de mezclar lo mejor de los clicks de indietrónica con la distorsión melódica del shoegaze pasado todo por el tamiz de unos Magnetic Fields lo-fi.
Este Team dreams es el resultado de la colaboración durante un año de tres referentes de la escena indie islandesa: el ya citado Sin Fang -nombre tras el que se esconde Sindri Mar Sigfusson- Sóley y el integrante de Múm, Örvar Smárason; y las doce canciones que encontramos en él son doce joyas de pop electrónico delicadas y emocionantes, llenas de sensibilidad, que tocan con las puntas de los dedos el dream pop. Recordando lo mejor que podía ofrecernos hace unos años la indietrónica, música que te eleva el corazón.

29. M. Ward. What a wonderful industry. 

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Es literalmente imposible que M. Ward saque un disco malo. Alguien con su habilidad a la guitarra, sus conocimientos, su buen gusto musical y su curiosidad por toda la música desde los 50 hasta nuestros días da una patina de alta calidad a todo lo que graba. Y aunque este What a wonderful industry lo haya sacado por sorpresa y sin previo aviso, y en ciertos momentos parezca más un divertimento personal, como todo lo que trae su firma es un producto irreprochable. Cierto es que no es un disco que aporte novedades a su propuesta ni vaya a atraer a público nuevo, pero para todos los que seguimos su trayectoria desde hace quince años es un placer recibir nueva música de su talento. 

28. Fernando Alfaro. Sangre en los surcos.

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Hace ahora cuatro años, recién mudado al piso en el que ahora vivo, me escapé solo una noche entre semana a ver a Fernando Alfaro, que tocaba cerca de mi casa en acústico el aniversario del lanzamiento del primer disco de Surfin' Bichos. Me enteré del concierto esa misma tarde, y en la sala no éramos más de 20 personas las que disfrutamos del concierto. Fue una sorpresa ver lo bien que encajaban las versiones a voz y guitarra acústica de un disco tan rockero como La luz de tus entrañas. Esa noche Fernando también toco algunas canciones nuevas, que formarían parte ya en formato banda de su siguiente disco en solitario Saint Malo (2015)-reseña aquí-. Ahora en este Sangre en los surcos decide desarrollar ese formato acústico que me sorprendió esa noche en directo y regrabar versiones desnudas de su amplio e inagotable cancionero, tanto con Surfin' Bichos como con Chucho o con su nombre; además mete algún que otro tema nuevo. 21 canciones que recorren toda su trayectoria, desde Gente abollada y Fuerte hasta Saariselka Strol y Camisa hawaiana de fuerza, pasando por Ricardo Ardiendo y Magic. Con semejantes mimbres el resultado no puede ser otro que excelente. Leo por ahí que está pensando repetir la experiencia. Si admite peticiones propongo: El final de la quimera, Un angel turbio, Una F-foto tuya, De aire, La mente del monstruo, Luz de gas, Con las manos en la sangre, Derringer derrengado, Extintor de infiernos, El dolor del miembro fantasma, Un viaje largo, largo o Tempus fugit.

27. Alela Diane. Cusp.
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Durante años, al fondo del mueble bar de casa de mis padres había una botella de licor de cerezas que tenía cerezas auténticas dentro. Poco a poco, con el tiempo, la botella se fue vaciando hasta que solo quedaron las cerezas, que habían estado por lo menos veinte años macerando en el licor. Saqué las cerezas de la botella, las puse en un cuenco y me las comí distraídamente mientras leía. Estaban muy dulces. aunque de fondo se notaba todo el alcohol del que se habían impregnado. Cuando llevaba comidas un puñado me di cuenta que estaba completamente borracho, la mente cubierta por una neblina, atontado y ebrio con el dulzor de las cerezas en mi boca. Una sensación parecida es la que he padecido con las diferentes escuchas del último disco de Alela Diane; preciosas canciones folk que dulcemente van sometiendo tu voluntad hasta que, de pronto, descubres que te han dejado atontado, con la mente cubierta por la neblina del rocío de la hierba de la mañana, con esa sensación de dulzor en tu boca, y no te queda otra que volver a poner en bucle Ether & Wood, Moves us blind, Yellow gold… A consumir con moderación.

26. Micah P. Hinson and the Musicians of the Apocalypse. When I shoot at you with arrows, I shoot to destroy you. 

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Mi opinión sobre Micah P. Hinson ya la escribí aquí hace cuatro años cuando reseñé su Micah P. Hinson and the Nothing. Tras rebajar la tensión y electricidad de su primeros discos y aproximarse más a los sonidos country en ese album, y a la americana orquestal en cinemascope en esa obra maestra que fue The Holy Strangers (2017) -reseña aquí-; apenas un año después Micah P. Hinson nos sorprende con este disco negro como la pintura de la portada, intenso como el rojo de la misma, y punzante como las flechas que  forman el marco. Sólo siete canciones, sólo 37 minutos, pero de música tan densa e intensa como los títulos que les ha puesto: Estoy buscando la verdad, no una puñalada por la espalda; El sueño de los malditos; Que le den a tu sabiduría; Cuando te lanzo flechas las lanzo para destruirte; Espacios pequeños; Mi sangre clamará por ti desde la tierra; Las calaveras de Cristo. Johnny Cash y Nick Cave estarán orgullosos. Y nosotros expectantes de que vuelva a sus inicios de obra maestra por año.

25. Neko Case. Hell-on.
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Hace ya bastantes años, y por lo menos con éste tres discos, en los que Neko Case ha dejado de aspirar a ser la gran dama del country de su generación, para ser en cambio una artista total capaz de mantener, renovar y prolongar a nuestra época toda la tradición de los últimos setenta años de  música popular americana de raíces. Las comparaciones no deben de ser con otras mujeres del género, sino directamente con gigantes como Mark Lanegan o los Wilco de Being There, a los que puede mirar perfectamente a la cara y en algunas ocasiones mojarles la oreja. Y este es su mejor trabajo de largo, en el que se atreve con todo y con todos. Neko Case es ya una grande, y libre.



24. Marie/ Lepanto. Tenkiller.

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Detrás de Marie/Lepanto se esconde Will Johnson; quien si habéis seguido un poco este blog sabréis que es uno de mis artistas favoritos, que cada año saca nueva música y que todo lo que saca es excepcional -reseñas aquíaquí, y aquí-, ya sea en solitario con su nombre, con sus bandas Centro-matic o South San Gabriel como en colaboración con otros como en Monsters of Folk u Overseas. En esta ocasión la obra que nos ocupa es una colaboración de Will con Justin Peter Kinkel-Schuster, con el que coincidió durante la gira de despedida de Centro-matic al abrir los conciertos su banda Water Liars. ¿Qué encontramos en las diez canciones que conforman Tenkiller? Pues un viaje en coche de noche por las carreteras del Nebraska de Springsteen; americana de muchos kilates; alguna que otra guitarra distorsionada buscando la senda de los Crazy Horses; y emoción, mucha emoción.

23. Unlikely Friends. Crooked numbers.
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Si hace tres años no me hiciste caso y no les diste una oportunidad -reseña aquí-, hazte un favor y escúchalos esta vez. 14 canciones en treinta minutos; Unlikely Friends no pierden el tiempo y nos entregan una colección de hits que parecen un recopilatorio de los mejor de Guided by Voices. 

22. Eels. The Deconstruction. 


Un tipo singular este Mark Everett, al que hay que reconocerle dos cosas a lo largo de sus más de veinte años de carrera: que ha hecho siempre lo que ha querido ajeno a modas y movimientos, y que ha logrado crear su propio sonido, especial e inconfundible. Porque a estas alturas está claro que una canción de Eels suena a...Eels, ya sea al Eels rockero y guitarrero, al Eels mas intimista y sobrio o al Eels de violines y cuerdas. ¿Y a qué suena este The Deconstruction? Pues al Eels que se divierte jugueteando con cachivaches electrónicos, al reverso brillante y luminoso de esa obra maestra sobre el suicidio, la enfermedad, la muerte y cómo afrontarla que fue su segundo disco Electro-shock blues (1998). Un tipo especial este Mark Everett.

21. Christina Rosenvinge. Un hombre rubio.

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Christina se disfraza de hombre en las letras de este disco y nos habla de la muerte del padre y el perdón posterior; del padre ausente e incapaz de amar, de la cárcel que impide transmitir emociones bajo riesgo de parecer sentimental; del amor y la necesidad de éste. Probablemente su mejor disco, en los últimos años Christina Rosenvinge ha alcanzado una madurez que le permite cantarnos lo que quiere; ha asimilado toda su historia musical para decidir en cada momento lo que quiere hacer. Y nosotros encantados, disfrutando de posiblemente la mejor música rock que se hace en este país.
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20. Ezra Furman. Transangelic Exodus. 

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Con Transangelic Exodus, Ezra Furman ha pretendido hacer una road trip de la huida de dos amantes en los que uno es un ángel -en un mundo en que ser un angel está mal visto y es perseguido-, y lo que nos entrega es toda una epopeya queer en la que expone todos sus miedos y obsesiones; el derecho a ser diferente, a amar a quien uno quiera, o a comprarse un traje de mujer rojo de rebajas en Goodwill por $8.99. Y todo esto envuelto en un rock que bebe de Lou Reed pero al que tampoco le duelen prendas para entregar un hit de pop de toda la vida como ese Love you so bad, o darse una vuelta con Springsteen y el Born to run en ese comienzo detonador que es Suck the blood from my wound. Personalmente, su anterior disco Perpetual Motion People (2015) -reseña aquí-, con todas esa mezcla de estilos y cambios en cada canción, me pareció más divertido que éste. Pero ésta es una obra más personal, más redonda; su eclectismo musical sigue ahí y, sobre todo, su talento a prueba de prejuicios lo situa en lo más alto.


19. The Decemberists. I'll be your girl. 


I`ll be your girl comienza justo en el mismo sitio donde lo dejó What a terrible world, what a beautiful world  (2015) -reseña aquí-; porque el nivel de épica y el himno que es la canción que abre el disco Once in my life solo puede compararse con el cierre de su disco anterior -A beginning song-. Empiezan pues por todo lo alto The Decemberists, hoy por hoy una absoluta garantía que confirman con cada disco. A destacar en éste respecto al resto de sus trabajos esos teclados ochenteros que meten en algunos temas y que los acercan a los grupos ingleses de esa época, o al último disco de Destroyer si queremos una referencia más exacta. Pero el estilo es lo de menos; lo importante es que The Decemberists son hoy una máquina de hacer canciones tremendas, ya sean himnos como Once in my life; homenajes encubiertos a los mejores R.E.M. como Starwatcher, hits como Your Ghost y Everything is awful, acercamientos a los mejores Hefner y Belle & Sebastian como We all die young, canciones que son obras en tres actos como Rusalka, Rusalka / The wild rushes o baladas que te roban el corazón como I'll be your girl.

18. Michael Nau. Michael Nau & the Mighty Thread.

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Michael Nau da dos pasos más hacia adelante respecto a su maravilloso Some twist del año pasado -reseña aquí- y consigue crear ante todo un sonido especial a lo largo de todo el disco. Un sonido que recuerda al de las grandes producciones de los sesenta; a Phil Spector, The Beach Boys y The Beatles; a obra magna e importante. Y, sobre todo, un sonido que da una calidez a los temas que te entran ganas de quedarte a vivir eternamente en ellas. Y esas canciones que suenan a Roy Orbison tocando con George Harrison, es decir, a unos Travelling Willburys menos country. Es absurdo intentar describir las canciones de este disco, porque es imposible describir la felicidad. Porque este disco es capaz de hacerte feliz, sin más. Un refugio para estos días de cólera en los que vivimos. Un monumento a la buna música de toda la vida. Una razón más para escuchar música. 

17. Jonathan Wilson. Rare birds.

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Me gusta imaginarme a Jonathan Wilson viviendo en un casoplón junto a la costa, como esos que salen en la serie Big little lies, en la zona de San Jose. junto a Silicon Valley. Juntando a gente guapa y a artistas de moda en su casa con su estudio de grabación, invitando a capuccinos y colgando fotos de atardeceres en Instagram con sus móviles de última generación. Ahora que el post-hipismo domina el mundo económico y cultural, seguro que las canciones de Jonathan Wilson son las que más suenan en sus listas de Spotify. Todo esto no es más que un invento. Para empezar la casa con estudio de grabación desde la que Jonathan Wilson se ha convertido en uno de los productores de moda no está en San Jose, sino en Laurel Canyon, una zona boscosa montañosa a las afueras de Los Angeles, cerca de la zona que recientemente ha ardido de Santa Monica. Pero la exageración me sirve para ilustrar que, realmente, esta es la música que les debe de gustar a los que manejan hoy el día el cotarro sin que nos demos cuenta. Esos post-hippies que dominan la tecnología y en breve también el mundo. Música impecablemente grabada -para eso Jonathan Wilson es productor-, de altísima calidad, que bebe de lo mejor de la música californiana de los años setenta, pero con influencias y sonidos más groove, arreglos instrumentales perfectos y al que no se le puede poner un solo pero. Porque, seamos sinceros, yo también tengo un iPhone en casa. Y este disco junto al reproductor.

16. Father John Misty. God's favorite customer.



Tras la obra colosal que fue su anterior Pure comedy (2017) -reseña aquí-, disco lleno de recovecos, donde las canciones se alargaban hasta llegar en bastantes casos a los diez minutos; Josh Tillman decide en esta ocasión bajar un poco el pie y entregarnos un disco más directo, más ligero y, supuestamente, más sincero. Porque es difícil distinguir entre el Josh Tillman artista y el personaje Father John Misty. O entre ese Josh Tillman que protagoniza las canciones que canta el personaje Father John Misty. ¿Quién es el auténtico? Supongo que los tres y ninguno. En este caso se supone que las canciones las escribió Josh durante una temporada de crisis matrimonial en la que acabó viviendo en un hotel durante un tiempo. Así que la temática es mayoritariamente de pérdida, abandono y de no saber muy bien qué hacer con tu vida; se deja un poco la ironía a un lado y las letras se hacen algo más crípticas. Musicalmente, Josh Tillman  mantiene el tono de su obra anterior, recuperando al mejor Elton John de los setenta, con el piano de protagonista en gran parte de los temas. Esperemos que haya personaje para rato.

15. Luluc. Sculptor. 

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Todo lo bueno que traía Luluc en su anterior trabajo Passerby (2014) -reseña aquí-, se ve refrendado con creces en este Sculptor. Diez canciones preciosas como diez soles; pastorales como si en Low cantase siempre Mimi Parker y en lugar de ser mormones y venir del slowcore se hubiesen pasado la adolescencia en el campo escuchando Nick Drake. Más allá de la frágil belleza que desprende cada tema, todos imbuidos de ese universo particular que le aportan al disco, puede apreciarse a un segundo nivel una expansión de su sonido. Una vez superado el impacto de las primeras escuchas, descubrirás que bajo la capa de esas hermosas melodías que brillan incluso en las noches más oscuras, existen infinidad de pequeños detalles y arreglos que van más allá de las guitarras campestres y los cantos a la luz de la hoguera.


14. Rayland Baxter. Wide awake. 

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El tercer disco de Rayland Baxter empieza alto con Strange american dream y ya no baja el nivel durante los 45 minutos que duran las diez canciones del album. Como una buena -gran- atracción de feria, Wide awake te divierte, apenas te da respiro y se te hace corto. Canciones redondas de música americana tamizadas por sonidos clásicos beatlelianos, sería algo así como el Figure 8 de Elliott Smith pero sin la carga emocional de este último -¡joder como te echamos de menos Elliott!-; y un poco de aliño a lo Randy Newman, por algo Rayland viene del sur. Un disco que no va a cambiar la historia de la música pero que engancha desde la primera escucha, y que me ha hecho pasar algunos de los mejores momentos musicales del año. 79 shiny revolvers siempre estará ya asociada a mis hijas bailándola abrazadas a las almohadas cada vez que iba en verano a verlas a la playa.

13. Rosalía. El mal querer.

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Los dos minutos y medio que dura Malamente le bastaron a Rosalía para conquistar el mundo. Y los treinta minutos que dura este El mal querer han sido suficientes para cambiar la historia de la música en España. Como todo producto lanzado para el éxito global, Rosalía tiene una legión de haters dispuestos a tirar por tierra su propuesta, algunos de los cuales no dirían lo mismo al escuchar su primer trabajo Los ángeles (2017) -reseña aquí-, y es normal que reaccionemos con algo de rechazo ante la sobreexposición de un producto. Pero debemos de distinguir entre la Rosalia artista y la Rosalía producto. La Rosalía artista, tal como hizo en su disco anterior mezclando la música indie americana con el flamenco, intenta y consigue en El mal querer mezclar flamenco con toda la música actual: desde el trap al R&B, desde C. Tangana a Beyoncé pasando por Kanye West y Justin Timberlake. Y lo milagroso es que consigue salir airosa del trance, colocando un arte ancestral como el flamenco de lleno en el siglo XXI. Por supuesto que no es la mejor cantaora, ni tiene la mejor voz, pero este disco tiene y tendrá la importancia de obras transgresoras como La leyenda del tiempo  o el Omega Un disco para una época, para una generación. A mí me coge mayor, pero dudar de su impacto y de su calidad sería injusto. Para terminar, la Rosalía producto ha alcanzado en poco tiempo llegar a cada rincón, a las cotas más altas, y compararse con las grandes divas de la música popular. Ojala siga ahí mucho tiempo.

12. Ghost Music. I was hoping you'd pass by here. 




¿Qué pensarías si te digo que existe un grupo con los juegos de guitarras de Galaxy 500 y los primeros Luna; las melodías de los mejores The Go-Betweens y la emoción de The Bitter Springs? El azar juega una parte esencial en nuestras vidas, y ha sido por puro azar que he descubierto esta joya, de la que no he encontrado posteriormente ninguna referencia en ninguna página especializada -solo el buen ojo de David S. Mordoh lo ha reseñado meses después de que yo ya estuviese rendido a sus pies-. Un disco pequeño que crece y se hace enorme, que te acompaña y se adhiere a tu vida pasando a ser parte de tu memoria musical. Escuchándolo ahora de nuevo mientras escribo esto, lo único que se me ocurre añadir es por qué lo he puesto en el doce de la lista, cuando emocionalmente debería estar entre los cinco primeros.  


11. Saintseneca. Pillar of Na.

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Saintseneca llevan tres discos seguidos sin decepcionarnos, y eso que las expectativas han ido creciendo con cada nuevo trabajo. Nos sorprendieron en 2014 con Dark Arc -número 4 de la lista de ese año, reseña aquí-; explotaron al año siguiente con Such things -número 5 de la lista, reseña aquí-; y tres años después no bajan el listón con este Pillar of Na. Mantienen ese sonido característico que marcaron a fuego en Such things, mezclando indie con folk con psicodelia con... Como unos Bowerbirds poseídos por los Flaming Lips de los 90, como Bright Eyes del Fevers & mirrors con la intensidad de Centro-matic, como una Joanna Newsom rockera y fan de R.E.M., Saintseneca suenan a todo lo que me gusta. Poco más que añadir a lo que escribí cuando comenté el Such things. Uno de mis grupos favoritos en la actualidad.

10. Lucy Dacus. Historian.

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Los que escuchamos su début en 2016 - No burden, reseña aquí-, estábamos avisados de lo que era capaz de hacer Lucy Dacus, pero con este Historian ha reventado todas las expectativas. "Next big thing", escribimos hace dos años. Pues nos quedamos cortos. Este Historian es para Lucy Dacus lo que fue My woman para Angel Olsen o Are we there para Sharon Van Etten: el disco que la coloca en la cabeza de esos artistas que van a mantener el rock en los próximos años -casi todas mujeres, por cierto-. Es increíble como unos pocos acordes, unas guitarras, bajo y batería y unas melodías sean todavía capaz de emocionarnos así, de sacar lo mejor de nosotros. Ni un solo pero se le puede poner a las diez canciones del disco, desde Night shift hasta Historians, todas son memorables. De 10.

9. Nacho Vegas. Violética.


Sigo de cerca la carrera de Nacho Vegas desde que tocaba la guitarra con Manta Ray. Es de largo el artista al que más veces he visto en directo. Son veintidós años de convivencia musical, desde esos conciertos de Manta Ray en el Fun Club en los noventa hasta la última vez que pasó por Sevilla para presentarnos Resituación. Lo he visto presentarse en solitario en 2001 con su Actos inexplicables, la mochila cargada de sus referencias evidentes, de Leonard Cohen a Bill Callahan, intentando recuperar la figura del cantautor rock. Lo he visto aprender a ser un narrador de historias en el disco doble Cajas de música difíciles de parar (2003); comenzar a meter temática política presentando el EP Canciones desde palacio (2003). Lo he visto tocar la guitarra para que Migala fuesen lo más parecido a Mogwai que alguna vez pudimos soñar. Lo he visto jugar al personaje de rockero maldito drogadicto al borde de la muerte -y bordarlo, y ganar de calle- con Desaparezca aquí (2005). Lo he visto irse de gira y de parranda por México con Bumbury sacando El tiempo de las cerezas (2006) -donde puede que se escondan los mejores temas que Nacho haya grabado de siempre-; y también proponerse recuperar el cancionero asturiano junto a Xel Pereda con Lucas 15 (2006). Lo he visto con Christina Rosenvinge en El manifiesto desastre (2008)  y sin Christina Rosenvinge  en La zona sucia (2011). Y lo he visto involucrado en la búsqueda de un cambio político en Como hacer crac (2011), Resituación (2014) y Canciones populistas (2015). Cada disco de Nacho Vegas siempre ha presentado cierta homogeneidad, y siempre han tenido un puñado de canciones que han sobresalido del resto. Cada disco me ha parecido el mejor de su carrera en las primeras escuchas, me ha aportado dos o tres canciones que me han tenido escuchándolas en bucle; hasta que el tiempo ha ido poniendo cada disco en su lugar y mi fervor y pasión han ido diluyéndose. Con este último disco me ha pasado todo lo contrario. Disco doble de 18 canciones en las que, a diferencia del resto, no aprecio un todo global, no he conseguido ver el hilo que teje y une el disco; ni en las primeras escuchas han habido dos o tres canciones que me hayan parecido mucho mejores que el resto. En cambio, con cada escucha mi fervor y pasión por Violética ha ido creciendo, y si al principio mi favorita era Derrumbe, luego pasó a Ser árbol, posteriormente (Pasamos) el Negrón; en verano escuchaba con mis hijas A ver la ballena; durante varias semanas no dejé de canturrear el "y sin embargo se mueve" de Todo o nada; últimamente se me salta alguna lágrima con el comienzo de Los sabios idiotas; y hasta miro con buenos ojos la cumbia de Todos contra el cielo; y cada vez escucho más veces esa historia a los Nick Cave y sus Bad Seeds que es Bajo el puente de L'ará.  Han pasado seis meses desde que salió Violética y el tiempo ha puesto al disco en su lugar. Lo mejor que ha sacado Nacho Vegas en esta década. como mínimo.

8. Bill Ryder-Jones. Yawn. 

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Seguramente no conozcas a Bill Ryder-Jones, y si esta lista o este blog sirve para cambiar esa situación todo el esfuerzo de sentarse a escribir sobre la música que me gusta habrá merecido la pena. Lo descubrí en 2014 cuando cayó en mis manos su A bad wind blows in my heart del año anterior, y sus canciones melancólicas e intimistas basadas en el piano fueron robándome el corazón todo el año hasta hacerme fan. Pero es un tesoro tan escondido que hasta se me pasó su siguiente disco West Kirby County Primary (2015)-en el que se "americaniza" y cambia el piano por la guitarra-; por lo que, al descubrirlo en el 2016, esa maravilla tampoco entró en las reseñas de ese año. Pero esta vez he llegado a tiempo y he podido escuchar en su año este Yawn, y darle el lugar que se merece. Pocos discos pueden mirar a la cara en el plano emocional al primero de Red House Painters, y éste lo hace. Con la intensidad de las guitarras de los mejores grupos del catálogo de Touch & Go -me parece escuchar de fondo el fantasma de los mejores Seam-. Con un intimismo al nivel de The Mongolfier Brothers. Con la emoción que desbordaban las canciones de Elliott Smith. Si de toda la lista sólo quieres conocer un solo disco nuevo escoge éste.

7. Low. Double negative.

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En estado de shock. Así es como nos quedamos los que llevamos esperando los discos de Low desde hace más de veinte años. En estado de shock al ver cómo un grupo con su trayectoria y largo recorrido sigue queriendo arriesgar, investigar y darle más vueltas a su sonido. En shock al ver que nuestros queridos Low se han "boniverizado", -como también han hecho otros legendarios ilustres dejándonos a cuadros como Lambchop (los genios tienen siempre puntos en común)-, abrazando sin complejos la electrónica y, sobe todo, dejando que sus voces jueguen con el autotune -la voz manipulable como un instrumento más-. En shock intentando descifrar y acercarnos a este disco arisco y lleno de filos, enorme y hermoso pero difícil y árido. En shock cuando seguimos escuchando y percibimos que siguen siendo Low, con todas sus enormes virtudes, pero por el contrario son otro grupo con nuevas cualidades. En estado de shock porque es como Mimi Parker y Alan Sparkhawk se sienten ante la situación política actual, que es lo que quieren transmitirnos en el disco. En shock cuando tras tramos de ruido y distorsión  alcanzamos la absoluta belleza de algunos intervalos del disco. En shock al terminar el disco y no saber qué decir; sólo querer volverlo a escuchar para intentar comprender. 

6. Cat Power. Wanderer.


El cuerpo humano está hecho para sobrevivir. Su capacidad de adaptación es asombrosa. En nuestro mecanismo para poder sobrellevar situaciones desagradables, somos capaces de olvidar para no necesitar lo que hemos perdido. Si sufrimos de algún tipo de dolor diario, asumimos que ese es nuestro estado y llegamos a olvidar lo que es vivir sin dolor, para poder sobrellevarlo y no echarlo de menos. Igual pasa con las ausencias, acabamos olvidando para poder sobrellevarlas de la mejor manera. Pero si por cualquier motivo nuestra situación cambiase y volviésemos a disfrutar de lo perdido, recuperar un brazo perdido por ejemplo, nos sorprendería darnos cuenta de cómo hemos podido vivir todo ese tiempo sin ese miembro.
Llevábamos tanto tiempo sin disfrutar de la música auténtica de Cat Power -doce años, el disco que la catapultó comercialmente en 2012 Sun para mí no cuenta-, que ya nos habíamos olvidado de ella. Durante todo este tiempo la hemos remplazado por otras artistas que nos han aportado muchas cosas, hemos escuchado otra música que también nos ha emocionado, hemos seguido viviendo disfrutando de todas esas sensaciones que nos produce escuchar música. Y ahora de repente Chan Marshall regresa con Wanderer y nos preguntamos cómo hemos podido vivir todos estos años sin Cat Power, sin esas canciones, puras, sobrias y mágicas que nos dejan el alma desnuda, que parecen venir de lo más profundo de la raíz musical; cómo hemos podido olvidarla. Artistas que están muy por encima de la música, de las modas y de las tendencias; cuyos discos necesitan para ser verdaderamente apreciados el tiempo y la atención que nuestro consumismo atroz actual no permite. La misma epifanía tendré el día en el que Bill Callahan decida sacar nuevo material. ¿Por qué escuchamos música? Porque existen discos como éste.

5. Damien Jurado. The horizon just laughed. 

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Damien Jurado continúa con su regularidad aplastante de sacar un disco cada dos años y de que cada disco sea de lo mejor del año; para quien escribe, Visions of us on the land fue el 3º de 2016 -reseña aquí-; y Brothers and sisters of the eternal son fue el mejor de 2014 -reseña aquí-; pero si hubiese empezado este blog antes no quepa duda de que parecidas posiciones tendrían Maraqopa (2012), Saint Barlett (2010) y Caught in the trees (2008). Sigo la carrera de Damien Jurado desde el 2000 con su (pen-)último disco para Sub Pop Ghost of David, y la evolución que ha tenido en esta última década desde el cantautor rock/folk en la órbita de Jason Molina que pretendía ser en la década anterior hasta esa expansión brutal de su sonido en todas las direcciones, probando todo tipo de estilos, de la mano de la producción de Richard Swift desde el Saint Barlett ha sido brutal, y lo ha posicionado para mí como un referente en la música americana actual.
Para este The horizon just laughed que nos ocupa Damien Jurado ha decidido prescindir de su compinche Richard Swift y encargarse él mismo de la producción. La desgraciada muerte este año de Richard Swift nos lleva a lamentarnos de que esa mágica colaboración ya no va a producirse más -a parte de a dar gracias de que vivimos en un país con un sistema de salud público de calidad, da auténtico miedo ver cuando músicos que sigues se movilizan en las redes para montar crowdfundings para pagar operaciones o tratamientos de colegas de profesión que no tienen cobertura-.
La autoproducción del disco implica un tono aparentemente más contenido y austero, un aterrizaje de "la nave espacial" de la que hablábamos al reseñar sus dos anteriores trabajos. Pero, tal como pasaba en el último disco de Iron & Wine -aquí-, en el que también comentábamos que volvía en cierta manera a sus raíces, "es un error común pensar que cuando volvemos somos los mismos, que nada ha cambiado, que haremos lo que hacíamos antes de irnos, como lo hacíamos antes de irnos".
Bajo la apariencia austera se esconden un sinfín de detalles, desde esos violines y tono soul al mejor estilo Lambchop de Allocate hasta ese ritmo casi bossa de Florence-Jean; pero sobre todo destaca la capacidad creativa de un tipo en permanente estado de gracia, tanto con las letras como con la música. En Over Rainbows and Rainier y The Last Great Washington State alcanza territorios por donde apenas transitan Will Oldham y Bill Callahan. Palabras mayores.

4. Typhoon. Offerings.

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El descubrimiento/sorpresa del año. Este disco oscuro, denso, de canciones largas -14 que duran en total 70 minutos-, de un colectivo de once músicos de los que nunca había oído nada -este Offerings es su cuarto disco-; un disco conceptual en torno a la pérdida de memoria del protagonista...; este disco que metí en mi lista de reproducción de novedades junto con varios más al mismo tiempo, sin darle muchas oportunidades inicialmente, pero del que cada vez que sonaba en aleatorio una canción de él llamaba mi atención y me obligaba a escucharlo con detenimiento; este disco ha acabado siendo uno de mis favoritos del año. Canciones oscuras y densas pero con fuego interior que me hacen recordar a The Antlers, con cambios de ritmo y melodía en cada canción como solo Andrew Bird es capaz de hacer; canciones largas que no parecen acabar nunca ni tú quieres que lo hagan, y que se te hacen misteriosamente cortas. Momentos de épica rock bien entendida como  los Arcade Fire de Neon Bible o Bright Eyes del Fevers & Mirrors. Puedo seguir citando referencias -¿es Will Oldham el que canta en Beachtowel y Chairoscuro? ¿Es Darker un descarte del Hospice de The Antlers?-, pero no creo que consiga que te hagas una idea de la grandeza de este disco, hecho para perdurar.

3. Car Seat Headrest. Twin Fantasy (Face to face).

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Yo descubrí a Car Seat Headrest con su anterior trabajo, Teens of denial (2016) -reseña aquí-, así que no tengo ninguna referencia ni puedo comparar este Twin Fantasy (Face to face) con su versión original que grabó Will Toledo en su casa sin medios y que tenía colgado en bandcamp desde 2011. Parece ser que Will nunca estuvo satisfecho con el tono obligadamente lofi que tenía el album original, por eso se propuso rehacerlo de nuevo y grabarlo ahora con todos los medios que las canciones merecían. Y el resultado es, sencillamente, brutal. Diez canciones que conforman una epopeya rock conceptual sobre el amor adolescente, sobre buscar a nuestra persona ideal, sobre encontrarla, amarla, disfrutarla, quererla cambiar para que sea ideal, sobre disfrutar y sufrir, sobre tomar drogas y dejarlas, sobre vivir una fantasia y darnos de bruces con la realidad, sobre descubrirse a uno mismo a través de los demás. Porque este disco es el jodido Una semana en el motor de un autobús de su generación. Porque hacía veinte años que nadie me ponía la piel de gallina con un disco de rock de angustia adolescente, de hits que te hacen gritar, tocar la guitarra de mentira y querer saltar por la ventana.  


2. Spiritualized. And nothing hurt.


Hace veinte años quedé tan golpeado con el Ladies and gentlemen we are floating in space que desde entonces he sido super crítico con cada disco que sacaban Spiritualized. Ese disco me conmocionó tanto musicalmente que con cada nuevo disco me llevaba una ligera decepción. Porque los discos de Spiritualized son impecables, excepcionalmente grabados, manteniendo siempre el concepto de lo que el rock y el soul deben de ser según Jason Pierce, música al nivel de ambición de Brian Wilson on drugs en una nave espacial. Pero ninguno llegaba a tocarme como lo hizo Ladies and gentlemen…, por eso Spiritualized no está dentro de mis artistas favoritos, porque (casi) siempre me ha parecido que les faltaba algo, no sé, alma, pellizco...
En este And nothing hurt por fin Spiritualized parece que tienen ese algo extra aparte de canciones excepcionales. Algo flota a lo largo del disco que lo lleva a los niveles de su obra cumbre. Pero veinte años son muchos años, y tanto Jason Pierce c y omo yo somos personas muy diferentes a las que éramos en 1997; así que lo que antes era dolor y miedo ahora es algo así como paz y esperanza. Como dice el título del disco, a estas alturas, tras todo lo vivido, ya nada duele. Y seguramente a mi yo de cuarenta años este And nothing hurt le pegue tan bien como el Ladies and gentlemen we are floating in space a mi yo de veinte. Porque seguro que la culpa no era tuya Jason, era mía pretendiendo ser y sentir lo mismo.

1. Beach House. 7. 


Volviendo de nuevo veinte años atrás, ante la aclamación general del Ladies & gentlemen we are floating in space de Spiritualized y del Deserter's songs de Mercury Rev, recuerdo una reflexión curiosa que hacía J en esa época en las entrevistas de promoción del Una semana en el motor de un autobús de Los Planetas sobre esos dos grupos y la esencia del rock. Venía a decir algo así que, por un lado, estaba el hacer buenas y grandes canciones, el cerebro, pero que el auténtico rock era el alma y la esencia, lo salvaje, algo que aportaban en los grupos gente que no tenía porqué ser el líder o el autor de las canciones. En su caso, para J el alma de Los Planetas era Florent , igual que lo era David Baker para Mercury Rev y Space Boom en Spacemen 3. Por eso criticaba el Deserter's songs y el Ladies & gentlemen; estaban muy bien pero les faltaba el alma, el rock auténtico y puro que aportaban los miembros que ya no estaban.
Lo que acabo de contar me viene a la mente al ver las dos producciones que ha realizado en los últimos años Peter Kember (aka Sonic Boom, compañero de tropelías de Jason Pierce haciendo a finales de los ochenta distorsión psicodélica como Spacemen 3) y los increíbles resultados que ha logrado. Porque, siendo músicas totalmente diferentes, tanto el Panda Bear meets the Grim Reaper -reseña aquí- como este 7 tienen alma propia. Ambas producciones han conseguido llevar a sus respectivos artistas a un nivel superior.
Pero estamos hablado de Beach House, un grupo que ya había alcanzado cumbres enormes en discos como Teen Dream (2010), Bloom (2012) -mi favorito de ese año- y Depresion Cherry (2015) -3º de la lista, reseña junto al de Panda Bear-, así que hablar de un nivel superior quiere decir llegar al cielo, al infinito. Porque ahora a ese dream pop que nos elevaba y nos llevaba a lugares imposibles le restan algo de azúcar para inyectarle psicodelia, negrura y oscuridad. Desde las primeras notas de Dark Spring, Beach House te transportan a otro mundo, a otra dimensión en la que flotas y en las que las sensaciones están magnificadas por tres o por cuatro, de la que no puedes ni quieres volver. Van sonando los temas uno detrás de otro y no sabes que decir: Dark spring, Pay no mind, Lemon glow, L'inconnue, Drunk in L.A., Dive, Black Car, Lose your smile, Woo, Girl of the year y Last ride. Como el once titular de los equipos de leyenda. El mejor disco de posiblemente el mejor grupo de esta década. Música para soñar, para sentirnos vivos, para ser felices. Hasta el infinito y más allá.


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