I started out in search of ordinary things...

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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Discos del 2015 (IX)

10. The Decemberists. What a terrible world, what a beautiful world.



La afición de Colin Meloy por el drama -y el melodrama-, sus letras literarias con tintes universitarios y su pop de cámara hicieron de the Decemberists los Belle and Sebastian americanos, especialmente en la época de sus tres primeros discos. Pero Colin es un tipo inquieto, así que a partir del cuarto disco dejó de lado el melodrama, la opereta y los disfraces de época, y con The Crane Wife (2006) su música empezó a girar hacia el rock americano, con los REM de los ochenta en el punto de mira. Ya no solo importaban las letras y las historias que contaban, sino que la música era algo más que el acompañamiento de éstas. Con su siguiente disco -The hazards of love (2009)-, experimentaron con el rock duro pero se les fue bastante de las manos. Buscando a qué debían sonar the Decemberists, el grupo cosechó un tremendo éxito en su país disfrazándose con todo el descaro de REM en The King is Dead (2011), donde ahora sí abrazaban sin tapujos toda la música americana de los últimos cuarenta años: folk-rock, country, americana...
2015. Final del camino. Con todo lo aprendido en los seis discos anteriores, Colin Meloy deja definitivamente los disfraces -tanto los de época de sus primeros discos como los musicales de la siguiente-; en What a terrible world, what a beautiful world the Decemberists son ya sólo ellos, un grupo muy grande capaz de alegrarte el día con canciones como Anti-Summersong y Philomena; de llenarte de melancolía con las notas de armónica y la melodía de 12-17-12, y con la guitarra acústica y piano de Lake song; de emocionarte con la épica de Mistral y Make you better; y de ponerte la piel de gallina, hacerte salir a la calle corriendo a coger aire y vivir con ese glorioso cierre del disco: A beginning song. 

9. Low. Ones and sixes.


Un disco de Low es una cosa seria. Hay algo de solemne en su música, en sus canciones, tremendamente hermosas, de una intensidad que corta el aliento. No es tristeza, es solemnidad. La voz de Mimi Parker es lo más parecido a la de un ángel que puedas encontrar, y Alan Sparhawk consigue llegar a las cotas de emoción del mejor Neil Young. Con más de veinte años de carrera, desde que abandonaron el slowcore de sus inicios y dieron un paso adelante con Secret name (1999) todos sus discos alcanzan la excelencia. Y estamos tan acostumbrados a eso, a ese nivel, que quizás no le demos la importancia ni celebremos como se merece cada disco nuevo de Low. Este Ones and sixes es otra prueba de su calidad. En este caso el tono del disco sí puede ser más funebre que en alguno de los anteriores, se percibe el frío desde la portada, algunas de las canciones son tan afiladas que cortan, pero la intensidad y belleza siguen ahí. No estará entre los mejores discos de Low, pero sí es de lo mejor que podrás escuchar este año.

8. Father John Misty. I love you honeybear.



Josh Tillman, ese tipo medio hippy descreído y cínico, de letras cargadas de ironía que, tras ser por un tiempo el batería de Fleet Foxes ahora graba bajo el alias de Father John Misty, se marca en este su segundo álbum un Tupelo Honey impresionante. Porque es verdad, esta vida tiene un poco de miserable, un mucho de aburrida y nada de sentido; y, al final lo único que queda, lo único que realmente importa, es el amor. Así que, si tienes la suerte de encontrar a ese alguien que te quiere de verdad, y sabes realmente lo que es estar enamorado, no seas capullo y díselo, que la/lo quieres, en cada momento, en cada canción. Y de eso va I love you honeybar, una declaración de amor desde el título hasta casi cada uno de los temas del disco -exceptuando la genial Bored in the USA y poco más-. Y Josh Tillman le dice que la quiere a lo grande, sin vergüenza ninguna; con pianos, guitarras, sección de cuerdas, coros góspel, si hay que meter una banda de mariachis se mete. Y el resultado es todo menos empalagoso, porque el enamoramiento no le ha quitado a Josh Tillman su ironía e inteligencia a la hora de elaborar unas letras que no tienen desperdicio, y musicalmente el disco es variado, divertido e increíble. Una joya de amor verdadero.
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7. Courtney Barnett. Sometimes I sit and think, sometimes I just sit.

Sometimes I Sit and Think, And Sometimes I Just Sit.

El debut del año. La australiana Courtney Barnett se encomienda al espíritu de Juliana Hatfield y, con la lección bien aprendida del indie de los 90 y de los clásicos del rock de los últimos 40 años, se planta ante nuestras narices armada tan solo con su voz y guitarra, una pluma afilada y el acompañamiento de bajo y batería, para demostrarnos que en el 2015 el rock todavía puede ser fresco, directo y emocionante. Son once canciones sin desperdicio, desde los hits directos de Pedestrian at best y Nobody really cares if you don´t go to the party  -¿título de canción del año?- hasta la preciosa y reflexiva Depreston; desde el arranque trotón con recitado a lo Lou Reed de Elevator operator hasta la desaceleración final de Boxing day blues, el disco se pasa volando. Pero no creo que te contentes con una única escucha. Para poner en bucle y disfrutarlo.
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6. Daniel Knox. Daniel Knox.



El descubrimiento del año. Y todo gracias a David S. Mordoh y a su blog Música en la mochila, porque en ningún otro sitio he oído hablar de este fantástico autor y de este magnífico disco. Poco puedo yo añadir a la crítica que hizo David en el link anterior y que me hizo conseguir el disco que me tuvo enganchado durante dos buenos meses de este año. Imagina a The Handsome Family dejando el country para hacer la banda sonora de una película de Tim Burton. Piensa en un tipo al piano con el bar vacío mientras apagan las luces y sabes que te echarán fuera, lloviendo. Hay algo mágico en este disco, algo sobrenatural que, sin saber muy bien explicarlo, hace que el tiempo se pare mientras lo escuchas, dejándote en un estado de ensoñación y paz interior; hasta que termina, acaba el hechizo, despiertas y vuelves a la cruda realidad.
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