I started out in search of ordinary things...

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domingo, 27 de diciembre de 2015

Discos del 2015 (V)

30. My Morning Jacket. The Waterfall.


Hace ya algún tiempo que Jim James tomó otro camino. En lugar de hacer discos increibles que nos llegasen a las entrañas y nos estremeciesen el alma se dedicó a otra cosa.

La deriva empezó con Z, pero fue a partir del Elvil urges cuando nos dimos cuenta de que definitivamente había dejado atrás obras como At dawn -¿uno de los cinco mejores discos de lo que va de siglo?-; ahora My Morning Jacket siguen sacando discos regularmente, con buenas canciones porque de talento andan sobrados, que seguro serán increibles de escuchar en directo -que es para lo que parece que estén escritas y donde disfrutan realmente-, y en cada disco sueltan de vez en cuando atisbos de lo que realmente pueden dar de sí -estremecedora I can't wait por ejemplo-. Yo no pierdo la fe, así que en cada nueva entrega de My Morning Jacket espero el gran disco que Jim James nos debe.

29. Beirut. No no no.



Hagamos un poco de ficción: Zach Condon decidió hace ya años montar un grupo indie tocando la trompeta como instrumento principal. Buscando su sonido decide conocer mundo, así que para su debut se disfraza de Goran Bregovic y nos entrega un sorprendente disco de los Balcanes -Gulag Orkestar (2006)-, muy aclamado por la crítica y en el que solo le falta la cabra. Un año después se cree un aristócrata francés de principios del siglo XX y nos entrega The Flying Club Cup (2007). En el interín le da para sacar un EP donde aparece quizás su mejor canción, la que por fin define el sonido que estaba buscando -Elephant Gun-. Pero el viaje se complica y derrapa en México, donde saca el fallido EP March of the Zapotec (2009) junto con un Realpeople Holland, donde por un momento deja la trompeta para experimentar con los teclados y jugar a ser Stephen Merrit. Tras el fracaso de esa última aventura, Zach decide que el viaje ha terminado, que el sonido que busca lo debe encontrar en casa. Recupera lo salvable de jugar con los teclados del Realpeople Holland, parte de la melancolía del The Flying Club Cup y nos entrega No no no, un muy buen disco en el que vuelve a la senda correcta en la búsqueda de ese sonido que por fin encuentra en su siguiente trabajo; The Rip Tide, su disco, en el que todo lo probado hasta entonces encaja -la trompeta, las cuerdas, los teclados, los sonidos de Europa del Este...-, creando canciones maravillosas que dificilmente pueda superar.
Fin de la ficción. El problema de este No no no es que se ha editado en  2015, cuatro años después que The Rip Tide, su obra cumbre, y las comparaciones casi siempre suelen ser odiosas, en este caso especialmente.

28. The Dodos. Individ.


¿Alguno se acuerda de Swell, el duo de San Francisco que grabó sus discos en los noventa, tras el auge del grunge, en los que acostumbraban a repetir en bucle con sus guitarras los ritmos de cada tema hasta atraparte por completo en cada canción? Pues para mí, aunque los sonidos de ambas bandas son totalmente distintos, The Dodos son los Swell de esta época, por ese ritmo machacón que le meten a las canciones, que a veces te parece repetitivo y hasta tedioso, pero que te atrapa por pura insistencia. Y este Individ -en el que se vislumbra tras las sombras un aire elegiaco por la muerte de un compañero de gira y casi miembro oficial de la banda-, es sin duda su mejor trabajo desde el Visiter de 2008

27. Wilco. Star Wars.


Con Star Wars, Wilco se divierten. Y eso se nota. Cuando comenté el año pasaso el disco de Tweedy, acusé de cierto conformismo a los tres últimos discos de Wilco -aunque excelentes los tres-, y comenté que en cierta forma en ese disco en solitario Jeff Tweedy recuperaba algo que se había perdido por el camino desde la época del A ghost is born. Y esa cierta experimentación, esas ganas de hacer cosas distintas, es lo que vuelve a aparecer en este Star Wars, donde el grupo se quita el corsé que ellos mismos se habían impuesto y se divierten probando a sonar diferente, "menos Wilco". No es un disco redondo, eso es cierto, pero es esperanzador que un grupo de su experiencia y en su posición busque nuevas vías, y presagia que algo muy grande puede estar aún por venir. Por cierto, mal título y horrible portada.

26. House of Wolves. Daughter of the sea.


Congoja y belleza. Eso es lo que produce escuchar este disco, de una hermosura indescriptible, pero de una soledad atroz. Parece que no hay nadie más en el mundo que Rey Villalobos y su guitarra -o su piano, según la canción-, y que tú para escuchar su lamento. Es como si se hubiese grabado por la noche, cuando todo ha terminado y no queda nadie ya. En algunos pasajes se escuchan pajaros de fondo, y si prestas atención puedes incluso oir el silencio. Ocho canciones tremendas, tan hermosas que duelen. Brutal.

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