I started out in search of ordinary things...

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sábado, 26 de diciembre de 2015

Discos del 2015 (IV)

35. San Fermin. Jackrabbit.



El segundo disco de San Fermin parte de las mismas coordenadas que el primero, lo cual no es malo. 

Indie de cámara influido por las derivas orquestales de Sufjan Stevens, la ambición compositiva de Andrew Bird, el fraseo y tono vocal de The National, los Tindersticks de su última época... El resultado son buenas canciones, un disco más homógeneo que su debut, pero quizás adolecen de lo que les sobra a aquellos artistas en los que parece mirarse Ellis Ludwig-Leone -el autor y músico que se esconde detrás de San Fermin, aunque en esta ocasión parece que ha querido dar algo más de protagonismo al resto del grupo que le acompaña-: alma y personalidad. Parece que detrás de tanta floritura y artificio no haya más que vacío. O puede que quizás a este disco le falten Sonsick y Methuselah, canciones de su anterior disco que sí te producían ese "pellizco" por dentro al escucharlas.

34. The Leisure Society. The fine art of hanging on.



Ahora que parece que Belle and Sebastian se han ido de discoteca, aquellas almas sensibles que echen de menos las canciones más melancólicas de los escoceses pueden encontrar un sustitutivo en los discos de The Leisure Society, especialmente en este The Art of Hanging On, donde la alegría que caracteriza a las composiciones de la banda inglesa parece haberse mitigado un poco, dejando ese poso agridulce que tan bien sabía recrear Stuart Murdoch. Pero que nadie piense en The Leisure Society como un sustitutivo o una copia de nada, porque son una banda con personalidad propia con cuatro discos excelentes -ni uno solo malo-, muy disfrutables, en los que siempre esconden una joya candidata a canción del año. En este caso tampoco la han escondido mucho, porque la han puesto la primera y le da título al disco. Y si con esa canción no te basta, escucha también You'll never know when it breaks, Tall black cabins, I'm a setting sun, As the shadows form...

33. Richard Hawley. Hollow Meadows.


A mí Richard Hawley me dejó sin argumentos en un concierto en el Territorios del 2008, donde en un ambiente frío e indiferente y con una acústica penosa fue capaz de montar un jodido wall of sound mientras desgranaba con flema y elegancia las canciones de sus fabulosos Coles Corner y Lady's Bridge. Pocas veces he visto en mi vida sacar tanta intensidad, carisma, rock y talento de una guitarra. A partir de ese momento, éste hombre por mí puede hacer lo que quiera, que yo estaré con él. Como si quiere ser el Roy Orbison del siglo XXI, o calzarse un disco intimista de canciones lentas y románticas de ocho minutos -Truelove's Gutter-, o enfangarse en psicodelia setentera -Standing at the Sky's Edge-, o volver al sonido de sus dos obras que le dieron fama -en Inglaterra, aquí todavía no- y hacer un disco de nuevo maravilloso, como este Hollow Meadows, que le encantaría a mi padre si estuviese vivo, porque esta música me recuerda a la que escuchaba en el coche, en los viajes, cuando era pequeño, y soñaba.

32. Tame Impala. Currents.


Tras conocer a Tame Impala por sus dos primeros discos, psicodelia guitarrera de lo mejor que se ha publicado en los últimos años, mi sensación al escuchar este tercer disco -Currents- fue de estupor. ¿Pero qué cojones es esto? ¿Y esos sintetizadores qué pintan aquí? Porque vale que al amigo Kevin Parker la ruptura con su pareja le haya afectado, y que todas las letras del disco giren sobre el abandono y la soledad, y que el hombre quiera cambiar -como proclama en el cuarto tema del disco-, que incluso deje aparcados los rotundos riffs de guitarras que le dieron notoriedad, ¿pero por qué ha querido que su último disco suene a veces como lo más hortera de la música de los ochenta? ¿Para qué recuperar esas producciones que le pirran a Madonna? Supongo que es la misma sensación que les produjo a sus fans escuchar el Death of a ladies' man de Leonard Cohen. El caso es que, una vez superado el trance de las primeras escuchas, hay que reconocer que el disco es buenísimo, que Kevin Parker es un genio, y que, dejando mis prejuicios aparte, puedo entender que muchos críticos lo pongan entre los mejores del año. Eso sí, aunque reconozca todo esto, y que Eventually es un hit en toda regla, con el tipo que recita entre sintetizadores en Past life no puedo.

31. La Bien Querida. Premeditación, nocturnidad y alevosía.


Es una apreciación personal, pero desde su primer disco siempre me ha parecido La Bien Querida como el reverso femenino de los Planetas. Me refiero a las letras e historias que cuentan en sus canciones de amor/desamor cotidiano: las letras de Ana me parecían las reflexiones y sentimientos de los personajes femeninos que provocaban las letras de J. Y, aunque seamos fans irredentos, hay que reconocer que el personaje masculino cantado por los Planetas es bastante cabrón, muy chulo y muy misógino. Así que, siguiendo el juego con ese supuesto paralelismo, podemos decir que en este Premeditación... ella se ha hartado y se ha plantado, y ha decidido pagarle a él con la misma moneda, y lo deja muy claro en algunas de las canciones de este tremendo disco. Y para acompañar la dureza de esas letras nada mejor que esa electrónica rollo New Order que ya aplicaron en su anterior disco Ceremonia y que tan buen resultado les está dando. Aquí no queda apenas nada de lo presunto naif y ñoño del primer disco -solo quizás en la pseudo-ranchera Muero de amor, que recuerda para bien a sus dos primeros discos-. Y como muestra de lo que comento, el estribillo de Crepúsculo: " Que los cuervos te saquen los ojos, las águilas el corazón; las serpientes te arraquen las entrañas por tu mala condición". ¿Algo más?

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